"Somos mayores y no viene nadie detrás". Palabra de campeón olímpico, Alberto Suárez Laso, para explicar el bajón de la representación asturiana en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro, que se inauguran pasado mañana, respecto a anteriores ediciones. El maratoniano de Riosa y la gijonesa Liliana Oliveros, en tiro con arco, mantendrán viva la llama de una comunidad que ha aportado 15 medallas al palmarés paralímpico español.

Si le dieran a elegir, Alberto Suárez Laso (Riosa, 19 de diciembre de 1977) correría siempre por las calles de Londres. Allí vivió el 9 de septiembre de 2012 su mayor día de gloria, al ganar el maratón en la categoría T-12, para atletas con visión reducida. Y en el mismo circuito, tres años después, se proclamó subcampeón del mundo, sólo superado por el marroquí El Amin Chentouf, su gran amenaza para repetir el oro en Río. Pero no es la única preocupación del maratoniano de Riosa.

"Creemos que podemos volver a luchar por las medallas", asegura Suárez Laso utilizando un plural que incluye a su entrenador, Chus Castaño, fundamental en su carrera atlética. "Tenemos cuatro años más de experiencia, pero son dos ciudades muy diferentes. Londres tiene un tiempo muy parecido al de Asturias, es como correr en casa. En Río habrá mucho calor y una humedad elevada. El problema fundamental en Río será cómo se adapta el cuerpo a esas condiciones".

En otras circunstancias, Suárez Laso ya estaría en la sede olímpica intentando adaptarse al escenario. Pero él y Castaño han decidido viajar el lunes 12, sólo seis días antes de la carrera. "No podemos estar allí mucho tiempo sin saber lo que nos vamos a encontrar, y cómo y donde podremos hacer los entrenamientos. Los que ya están allí nos advierten de que vayamos con calma, que las habitaciones de la villa no están todo lo bien que deberían. Como hay problemas de transporte, el día previo a la carrera dormiremos cerca de Copacabana".

Después de un año complicado, marcado por una operación de osteopatía de pubis, Suárez Laso considera que llega a Río en unas condiciones físicas parecidas a las de Londres. "Como queríamos coger la forma rápido, salieron más dolores de la cuenta, pero entre Jesús y yo creo que hemos hecho un buen trabajo", señala el maratoniano, al que puntualiza su técnico. "En estos cuatro años, Alberto ha corrido más maratones de los que había hecho antes de Londres. Hay que valorar cómo está ese día para planificar ritmos. Tiene que pensar que no hay presión porque el favorito es el marroquí".

Chentouf es el campeón y tiene el récord mundial, pero tres días antes del maratón, el jueves 15, se desgastará para intentar revalidar el título paralímpico que consiguió en Londres en los 5.000 metros. "Tiene tantísima clase que puede permitirse el lujo de hacer algún exceso", señala Suárez Laso, que prevé más competencia para el podio. "Seguro que los japoneses vendrán muy fuertes porque dentro de cuatro años tienen allí los Juegos". Una cita que, pase lo que pase en Río, espera poder convertir en su tercera experiencia olímpica: "Me encantaría llegar a Tokio, pero paso a paso. Cuando todo va bien cuesta colgar las zapatillas, pero hay una familia detrás que también sufre. No es fácil tener un deportista en casa".

Sobre todo cuando el deportista sufre los condicionantes propios de los paralímpicos: "Nuestras ayudas del plan ADO no llegan ni al 50 por ciento de los olímpicos. Por eso espero que las empresas sigan aportando su granito de arena". Suárez Laso está más resignado ante otros agravios comparativos. "No se nos valora como a los futbolistas, pero contra eso no se puede pelear. Yo jugaba al fútbol sala en Riosa y veo clara la diferencia. Lo que sí digo es que tendrían que valorarnos más a nivel institucional, tanto por parte del Principado como de los Ayuntamientos. También falta más trabajo en los colegios para que haya relevo".

Alberto Suárez Laso encontró una vía de escape en el atletismo cuando, en 2008, le diagnosticaron una enfermedad degenerativa en la vista. Algo parecido a lo que le sucedió a Liliana Oliveros Leal (Gijón, 27 de marzo de 1977) cuando la distrofia muscular que sufre desde pequeña le impidió seguir trabajando. En menos de tres años ha pasado de no tocar un arco a medirse con las mejores del mundo en los Juegos de Río de Janeiro. Dentro de cinco días se convertirá en la decimoquinta asturiana de la historia de los Paralímpicos.

Lo más parecido a un deporte que había probado Liliana Oliveros antes del tiro con arco fue el esquí de fin de semana cuando era niña, "un poco obligada por mis padres. Hacía frío y me ponía muy nervioso. Bajaba haciendo la cuña todo tiempo". No le diagnosticaron su enfermedad hasta los 21 años, aunque una visita al dentista cuando tenía 10 dio las primeras pistas. "También empecé a notar que una pierna se me quedaba más delgada que la otra. En el colegio corría mal, era más patosa que las demás".

Una biopsia con 14 años tampoco sirvió para detectar lo que se le vendría encima. Cuando estaba estudiando la carrera de Nutrición y Dietética, con 21 años, le diagnosticaron una enfermedad rara, que afecta a una de cada 20.000 personas: distrofia muscular degenerativa, que se traduce en una pérdida progresiva de fuerza muscular. Pudo hacer vida más o menos normal hasta julio de 2012, cuando se tuvo que jubilar porque en el hospital donde trabajaba como nutricionista, el 12 de Octubre de Madrid, le negaron la reducción de jornada. "Empecé a necesitar una silla de ruedas y como tenía tiempo me puse a buscar alguna actividad que se adaptar a mi situación".

Le llamó la atención "lo de tirar flechas", pero tardó un año en abrir por primera vez un arco. "En octubre de 2013 encontré un club en Pozuelo donde había un chico que hacía arco adaptado", recuerda. Tras unas primeras nociones con la monitora de la escuela municipal, Amanda de Lucio, la Federación Madrileña puso a su disposición a Elías Cuesta, olímpico en Londres-2012. "Nos planteamos entrar en el equipo nacional en 2015, pero llegar a Río ni me lo imaginaba".

En marzo de 2015 logró la plaza para un torneo internacional en Holanda, en el que dio la sorpresa con un segundo puesto. Y unas semanas después, la gran noticia en el Mundial de Alemania, que servía de clasificatorio para Río. "Había ocho plazas en mi categoría y acabé quinta. Aunque no son nominativas, como en España no había nadie más en mi categoría, lo tenía seguro".

Y allí está dispuesta a romper otra vez todos los pronósticos, aunque a menudo compita en inferioridad de condiciones. "Ahora mismo tiro con un arco de 24 libras, cuando la mayoría de mis rivales tienen el de 20 y algunas llegan a 45. Es importante porque cuando metes más potencia la flecha va más recta, hace menos parábola". Pero no le da más vueltas: "Cuando compito fuera de España no todas tenemos la misma patología, pero lo asumo y siento que estoy en igualdad de condiciones".

Desde octubre, todos sus caminos llevan a Río: "Antes tiraba sentada en un taburete alto, pero en diciembre me dolían mucho las piernas y cambié a silla de ruedas, con lo que la alineación del arco y la diana es diferente". Tardaron en llegar los resultados, pero en el campeonato de España, en Valladolid, dejó el récord de España de su categoría, W1, en 612 puntos. Desde noviembre su marido, José Luis Esteban, ejerce como deportistas de apoyo, reconocido por el plan ADO. "Me ayuda con la maleta y a montar el material. También es el que va a recoger las flechas y el que hace de tanteador, el que mira los puntos".

Su objetivo en Río, donde empieza a competir el sábado 10, es pasar la ronda de octavos de final para meterse en la lucha por las medallas, pero prefiere hacer caso a su entrenador. "Trabajamos mucho el aspecto psicológico y me recalca que cada flecha es tan importante como las demás. El corte jorobado es el de cuartos, pero espero estar en semifinales".