La llegada de Aleksander Ceferin a la presidencia de la UEFA es una buena noticia, aunque sólo sea por el punto y aparte que se produce con los últimos dirigentes, que han desprestigiado al organismo. La corrosión ha llegado a tal extremo que el antiguo régimen ha recibido al nuevo presidente acusándole de falta de experiencia por su edad. "No soy tan joven, tengo 48 años", replicó Ceferin, como si tuviera que disculparse por no pertenecer a ese especie de senado que había convertido el fútbol europeo en un búnker. Ceferin tiene trabajo por delante y, sobre todo, necesita demostrar que otra manera de gestionar es posible.
Una semana de pasada