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De cabeza

Lo plausible y lo mejor

El Real Oviedo cada vez es un equipo más hecho, y una consecuencia son los buenos resultados

Lo plausible y lo mejor

Rematé la semana pasada bajo el aliento y el ejemplo de Richard Ford, Premio Princesa de Asturias de las letras 2016. Llené de notas un pequeño cuaderno sólo con las consideraciones y reflexiones que el escritor norteamericano deslizó a su paso por Asturias. Tengo la vieja costumbre de rellenar libretas. De ir anotando en ellas cosas que escucho, leo y veo que me llaman la atención.

Con el paso de los años se han convertido en una especie de diario o autorretrato implícitos. Pero lo que importa aquí no son mis avatares sino las ideas y pensamientos de Mr. Ford . Dijo, entre otras cosas, el autor de "El periodista deportivo", que "no es lo mismo lo plausible que lo mejor". Le he estado dando vueltas a esta apreciación llena de sutileza: constatar que no hay una equivalencia entre ambas posibilidades significa que no se debe confundir el ruido con el sonido. La prolongada racha positiva del Real Oviedo es recibida por aplausos entre la afición. La esperada comunión que se da entre la hinchada y su equipo ganador cuando el árbitro señala el final del partido se expresa con un ruidoso batir de palmas, cánticos y lemas. Los aplausos rubrican el presente y diluyen los malos recuerdos: son parte de la dieta diaria. En el fondo, cuando aplaudimos, nos aplaudimos: ratificamos que hemos elegido el camino correcto y lo celebramos. Pero lo mejor cuesta más trabajo verlo y conseguirlo. Lo plausible del Oviedo es haber ganado al Tenerife en un partido que no fue fácil. Y dicha victoria es buena pero no lo mejor. Lo mejor forma parte siempre de lo que queda por hacer. Aunque lingüísticamente parezca superlativo, los mayores logros surgen de asumir que no hay un punto y final.

Todos coincidimos en que el edificio ya ha empezado a levantarse: que el Real Oviedo cada vez es un equipo más hecho y que una consecuencia de ello son los buenos resultados. Pero los tres puntos son sólo plausibles. Ganar, empatar o perder depende de muchos factores; así que no podemos fiar lo mejor a un cúmulo de circunstancias. Lo mejor en el fútbol, como en casi todos los órdenes de la vida, tiene que ver con la identidad y el porvenir.

Pero cuando cito a la identidad no me refiero a un sentimiento tribal y excluyente, sino a una coherencia y una lealtad a unos principios que te lleven a respetar y a que te respeten. En el caso del escritor y en el del futbolista se le puede llamar estilo. Richard Ford vincula lo que se escribe a lo que se vive y viceversa pero sin olvidar que un novelista juega con la ficción, que es tanto como decir que un jugador de fútbol juega con la ilusión del domingo a domingo. Pacho Maturana, el técnico colombiano, afirmó en una ocasión que "cada uno juega como es", algo que, posiblemente, agradaría al autor de "Canadá".

Y el porvenir, aunque los oviedistas lo busquemos a hurtadillas en la clasificación, reside en realidad en el penúltimo balón que llegará rodando. Eso es lo mejor: la posibilidad de jugar siempre el próximo partido.

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