El partido ya era extraño de por sí, sin público en la grada en un ambiente gélido. Pero Zidane añadió dosis de extravagancia con una alineación saturada de delanteros y baja en centrocampistas. Había pólvora pero no quién encendiera la mecha. El desorden propuesto por el Madrid fue aprovechado por un animado aunque inocente Legia para sumar su primer punto en la Liga de Campeones (3-3) y poner una piedra en el camino de los blancos hacia el primer puesto del grupo: deben ganar al Sporting y al Dortmund para acabar por delante de los alemanes.

Estaba el ambiente tan frío que Gareth Bale se propuso calentarlo con un cañonazo. Ocurrió a los 57 segundos y el impacto con la pelota pudo escucharse nítido en un estadio vacío. Parecía uno de esos ejercicios semanales en el campo de entrenamientos en el que el equipo debe llegar a las posiciones de ataque con el mayor número de futbolistas posibles.

Cristiano, Benzema, Morata y Bale ocuparon el frente de ataque en una especie de 4-2-4 presidido por el desorden. El reparto de roles fue algo así: Cristiano se situó en la izquierda con tendencia a cualquier posición de remate; Bale se construyó una autopista en la derecha y ahí fue feliz; y Benzema y Morata se alternaron sin mucha química como nueve y su pareja. Ante la endeblez del Legia, el experimento funcionó de primeras. Al menos en el aspecto ofensivo.

Kroos y Kovacic, la balanza, se limitaron a servir rápido a los de arriba. También les tocó desgastarse en la contención. Mucho más de lo aconsejable. Después de un par de avisos del Legia a la contra, el Madrid volvió a la carga. Varane, Benzema y Bale avisaron antes del segundo, un gol de acumulación y talento. Kovacic lanzó un pase preciso, Bale tocó al centro y Benzema depositó con mimo el balón en la red.

El 0-2 parecía detener cualquier intento de protesta del Legia y reforzar la apuesta ofensiva de Zidane, pero el Madrid no sentenció y quedó expuesto a su propio desorden. Odjidja aprovechó las facilidades para conducir, acomodarse y soltar un zurdazo a la escuadra antes del descanso. El 1-2 no alteró los planes. Pensaba el Madrid que el talento acabaría definiendo. Pero el susto mayúsculo llegó a los 57 minutos. Radovic encontró otro amplio camino en la desprotegida medular blanca, condujo y chutó con la puntera. Navas se cayó más que lanzarse y no fue capaz de blocar. El 2-2 arrojaba a la basura el tubo de ensayo de Zidane.

En semejante escenario optó el francés por intentar poner cordura. Lucas entró por Benzema en busca de un dibujo más natural. Se inclinó desde entonces el partido hacia el área del Legia. El Madrid rondó el gol pero faltaba el acierto de otras noches. Destacó en esos minutos el desatino de Cristiano. Ante el panorama tan peligroso, Zidane le dio otra vuelta al cubo de rubik. Asensio sustituyó a Coentrao y el equipo defendió con tres. El partido llevaba minutos siendo un correcalles y como el Legia tenía poco que perder, aprovechó cada oportunidad para lanzarse sin complejos a la contra. Y en el 83 obtuvo otro premio: Moulin recibió en la frontal, otra vez con tiempo para armar el disparo, y el balón acabó en la red tras tocar el palo. Los polacos habían dado la vuelta a un partido loco.

Pero como el Madrid es dueño de los instantes decisivos aún no estaba dicha la última palabra. Kroos igualó en el 84: tiro ajustado tras taconazo de Carvajal. Y los blancos intensificaron su dominio hasta el final. Lucas tuvo la victoria en el 93, pero el larguero escupió su disparo. El experimentó falló y el Madrid deberá hacer otro esfuerzo para cerrar su pase a octavos.