Eduardo Hernández-Sonseca ha vivido en "una jaula de oro" en Venezuela, ha sufrido la "polución bestial" de Teherán (Irán), ha competido contra gente que "no tenía nada" en la Copa de Campeones de África y ha disfrutado de algo similar a un tercer tiempo de rugby jugando en la liga belga. Un periplo que le ha permitido llenar su mochila de experiencias que le han servido para mirar desde otro punto de vista un deporte del que ha sido toda una estrella.

El madrileño disfruta ahora a sus 33 años en el Unión Financiera, en Oviedo, de seguir haciendo lo que más le gusta. Y lo hace con la tranquilidad del que no tiene otro objetivo más allá de "jugar y pasarlo bien". Una lesión de nueve semanas le ha impedido hacer la pretemporada con sus compañeros. Debutó en el encuentro que los ovetenses perdieron (95-78) ante el Breogán, en Lugo, y el martes tuvo sus primeros minutos en Pumarín en la victoria (81-66) ante el Huesca. "Tenía ganas de debutar y formar parte de esta familia que me ha abierto los brazos sin que yo aún les haya demostrado nada", explica Hernández-Sonseca después de comer en La Gambita tras una sesión de tiro con su compañero Miquel Salvó.

Para el pívot (2,12 de altura), una de las cosas más importantes a la hora de elegir equipo es sentirse cómodo dentro y fuera de la cancha: "En Oviedo tengo una gran calidad de vida en lo personal y la forma de entender el baloncesto que tienen en el club es afín a mi forma de pensar". Hernández-Sonseca desempeña el papel de referente por su trayectoria y por lo que es capaz de hacer, pero además puede aportar mucha sabiduría a un equipo de una juventud insultante: "Como veterano ves las cosas diferentes, mi papel es el de enseñar y transmitir tranquilidad en ciertos momentos. Gente como Barro o como Felipe (dos Anjos) salen por primera vez de su entorno y tienes que ser un apoyo para ellos".

Uno de los jugadores a los que puede aportar más es a Felipe dos Anjos. El brasileño, de 2.18, es una promesa del Madrid como lo fue él cuando estaba en la cantera blanca: "Es muy educado y muy buena persona pero es importante que la gente se de cuenta de que, aunque mida 2.18, es un niño. Tiene sólo 18 años. Mi caso fue algo diferente porque en el Madrid me involucraron con la primera plantilla muy rápido, con 16 años. Además, yo estaba con mi familia, en mi casa, cerca de los que te quieren". Una prudencia que no le impide alabar la actitud de Dos Anjos: "Tiene la presión de ser grande y tiene que aprender a jugar con esa presión, no ha tenido las experiencias de un chaval de la calle pero tiene un afán muy grande por crecer como jugador y por trabajar".

La carrera de Hernández-Sonseca sorprende cuando se mira sobre el papel. Jugador importante en clubes como el Real Madrid o el Joventut, con títulos como el de campeón de Liga, de la ULEB o de la Copa del Rey, fue internacional absoluto con la selección española hasta que, de pronto, desapareció de la élite. Lo que la gente no vio fueron las lesiones y alguna mala experiencia con algún entrenador, circunstancias a las que tuvo que adaptarse. "No quería estar parado y me fui al Coruña, de la LEB Oro". Allí jugó la segunda mitad de la temporada 2012-13: "Te adaptas a todo. Es muy divertido jugar en la ACB cuando juegas, pero cuando no, no es tan divertido. Es duro entrenar sabiendo que no vas a tener ningún minuto. La ACB es un sueño y es respetable querer jugar ahí, pero a veces se paga un alto precio".

Hernández-Sonseca recomienda al jugador español que se atreva a salir fuera: "Son experiencias que hay que vivir, es como un Erasmus diferente". Él podría escribir un libro sobre lo que ha vivido en sus aventuras en el extranjero, de hecho no descarta hacerlo algún día. Tampoco recomienda que copien exactamente los lugares por lo que él pasó: "Tomé la decisión de irme a Irán, me hicieron una buena oferta, aunque luego no fue tan buena, y que me quiten lo 'bailao'. Viví un mes en Teherán". Eso sí, reconoce que lo pasó "muy mal". "Hay una contaminación exagerada. Llegué a vomitar camino de un entrenamiento", explica.

Después estuvo en los Malabo Kings, equipo de Guinea Ecuatorial, en una experiencia que califica de "enriquecedora". Pasó por Bélgica, por los Kangoeroes Willebroek, donde le sorprendió lo que se disfrutaba con el baloncesto; y por los Bucaneros de La Guaira, de la liga venezolana: "La gente no es consciente de la realidad de Venezuela. Yo llegué cuando estaba empezando a irse a pique la economía. El miedo allí es que se te olvide quitarte el reloj y te peguen un tiro. Tenía una calidad de vida muy alta, pero vivía en una jaula de oro".

Tras su paso por Venezuela regresó a la LEB Oro. La pasada temporada estuvo en el Melilla, que logró un ascenso a la ACB que no se hizo efectivo. En Oviedo vive un nuevo reto donde ya ha encontrado nuevos alicientes: "Es un equipo con mucho talento, con gente joven, con hambre, gente que ha venido de otras ligas para demostrar que puede jugar al más alto nivel". Y él les puede contar mucho de cómo conseguirlo.