Miguel Cardenal anunció el martes que se cerraba su ciclo al frente del Consejo Superior de Deportes (CSD), casi cinco años con más luces que sombras. Entre las primeras, por su valentía y la repercusión del fútbol, hay que destacar su firmeza con Ángel María Villar, al que plantó cara pese a las recurrentes amenazas del presidente de la federación con el "coco" de la FIFA. También tuvo mucho que ver en la regeneración económica de los clubes profesionales, muchos de ellos al borde de la quiebra en 2012 y en vías de estar completamente saneados en 2016. Tampoco ha estado mal la gestión de los deportes olímpicos en un período marcado por los recortes presupuestarios. Miguel Cardenal ha sido un dirigente cercano y comprometido, incluso en asuntos como la importancia del deporte catalán para el español, lo que le costó más de una reprimenda por los altavoces del pensamiento único. Si algo hay que reprochar a Cardenal en la hora del adiós es la diferente vara de medir que ha utilizado con otras federaciones que, como la de fútbol, se distinguían por una gestión plagada de irregularidades. Ninguna más evidente que lo ocurrido la de tenis, en la que enseñó la "patita" política por su obediencia debida al PP. Porque no se puede entender de otra forma que, tras descabalgar al máximo responsable del desbarajuste económico de la Federación Española de Tenis, José Luis Escañuela, premiase con el cargo a su número 2, el ovetense Fernando Fernández-Ladreda, que ejercía de vicepresidente económico.
