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Culé Moyáu

Otro día

Ahora resulta que el problema más grave del Barça es si Messi renovará o no con el club de su vida. Pues vale. En el mundo del fútbol hay problemas con hacienda o con el precio del kilo de gol, pseudoproblemas relacionados con trivotes, cuadrados mágicos y achiques de espacios, y pijadas fabricadas para alimentar la enorme nada que rodea un deporte más hinchado que el ego de Ronaldo. La renovación de Messi no es un problema, ni un pseudoproblema, ni siquiera una pijada. La renovación de Messi es una rama de la metafísica que convierte a los futboleros en filósofos.

Hoy no vamos a hablar de metafísica, pero sí de un filósofo llamado Sócrates tan alejado de Messi en el fondo como cercano en la forma. Sabemos por Platón que el vino no emborrachaba a Sócrates, el frío no lo helaba, el cuerpo desnudo del hermoso Alcibíades no lo excitaba y la falta de sueño nunca pudo apartar al filósofo del camino de la razón. Messi nunca podría protagonizar un diálogo de Platón sobre el amor, el deber o la justicia, pero la actitud del jugador argentino acostumbra a sacar de quicio a sus críticos porque, como Sócrates, Messi puede beber litros de récords sin emborrarse de gloria, puede soportar el frío de la selección argentina sin que se hiele su leyenda, ha demostrado que no se excita ante el cuerpo desnudo de todos esos equipos que pagarían lo que hiciera falta por ficharle, y ya sabemos que la renovación por el Barça no le quita el sueño ni le impide jugar al fútbol haciendo jugar al fútbol a sus compañeros. Entiendo que algunos quieran convertir la renovación de Messi en un problema, en un pseudoproblema o, al menos, en una pijada que consiga poner nervioso a un tipo famoso por no ponerse nervioso. Entiendo que los medios de comunicación filomerengues necesiten convertir a Messi en un problema metafísico para distraernos de los hechos físicos que demuestran que incluso si Messi se hubiera retirado hace dos o tres temporadas ya sería el mejor futbolista de la historia. Lo entiendo todo. Pero es que Messi juega a otra cosa. Ni el vino, ni el frío, ni el cuerpo de Alcibíades, ni el sueño pudieron con Sócrates, y ni los récords de otro mundo, ni la gélida selección argentina, ni el dinero del Manchester City, ni el sueño de la renovación pueden ni podrán con Messi.

Otro día nos pondremos metafísicos. Hoy sólo seremos socráticos.

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