Juegan en el Oviedo y son niños. Para ellos vestir la misma camiseta azul que los jugadores del primer equipo es algo muy especial, una ilusión difícil de describir. Para un niño puede llegar a ser tan importante vestir la elástica del club de sus héroes que Nacho del Busto, coordinador de los equipos que van de prebenjamines a alevines, reconoce que han llegado incluso a utilizarlo para echar una mano a alguno de ellos: "Hemos sabido de algunos chavales que juegan en los clubes convenidos que han tenido algún tipo de problema durante la temporada y han venido a jugar con nosotros por lo que les supone de motivación", explica.

La cantera del Oviedo, al margen de la Escuela de Iniciación, es selectiva. El propio Nacho del Busto y otros ejercen una labor de captación para que en el conjunto azul jueguen los niños más prometedores. Pero eso no impide que tengan muy claro que están tratando con niños y que lo más importante es que se diviertan, que lo pasen bien, que hagan amigos y que tengan una buena educación. "Una de las cosas que más me llama la atención es que los chavales durante los partidos del primer equipo, en el Tartiere, sin que nadie les diga nada, de una forma natural, se juntan en el campo. Van con sus padres y acaban buscándose entre ellos para ver los partidos juntos", comenta el coordinador de los equipos de pista y entrenador del alevín B.

El Oviedo tiene doce entrenadores y un preparador físico dedicados a los equipos que coordina Nacho del Busto. Un grupo que tiene fundamentalmente la misión de enseñar conceptos técnicos a los más pequeños. "Se trata de formarles técnicamente y trabajar la coordinación de los movimientos", explica Del Busto. Si bien, reconoce que hay chavales con aptitudes naturales más destacadas: "Hay críos con dotes muy especiales, aunque lo bueno que tienen estos equipos grandes, como el Oviedo, es que aquí vienen niños del mismo nivel porque hay una selección previa". Este entrenador realizó una labor similar en el Villa de Pravia y allí no había un criterio de selección, algo que luego hacía más complicado el trabajo.

El Oviedo tiene cuatro equipos que juegan en pista: dos benjamines y dos prebenjamines. Los dos alevines pasan al campo de fútbol-8, paso previo a la categoría infantil, ya en el campo grande. Nacho del Busto dirige al alevín B, encargándose de cuidar el tránsito de la pista al césped.

Los más pequeños del club azul también tienen una vena competitiva. Del Busto reconoce que los niños se fijan mucho en lo que ha hecho el equipo del Oviedo que jugó el año anterior en la categoría que lo van a hacer ellos y que el principal reto que se marcan es superar a sus predecesores: "Hay un pique digamos que generacional. Si el equipo de la pasada temporada quedó campeón, ellos también quieren serlo. Pero nadie regala nada, así que tienen que lucharlo".

Tan cierto es que se marcan metas ambiciosas como que la mejor forma de que un niño llegue a alcanzarlas es precisamente que se lo pase bien y que disfrute en el campo. "Al final se trata de niños y que lo pasen bien es fundamental. De hecho, rinden mejor si se divierten. Lo más importante es que sean felices jugando al fútbol", dice convencido Nacho del Busto.

En el Oviedo no hay demasiados problemas con la presión a la que puedan someter los padres a sus hijos. También en este caso lo que supone jugar en el club azul impone cierto respeto. "Los padres tienen la puerta abierta para cualquier cosa, puede haber algún padre que se ponga más nervioso pero se respeta bastante. Hay unas normas que todos tenemos que cumplir porque si no va en contra de los intereses de todos", añade el coordinador.

Otro de los aspectos que se mira con detalle en el Oviedo es el rendimiento académico. Desde el área pedagógica del club se incita a los entrenadores a pedir las notas a los chavales y a seguir su rendimiento en el colegio. Y es que para Del Busto el fútbol no debe ser prioritario: "La formación académica al final es lo más importante".