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Un ciclista con mucho corazón

El exdeportista Coque Uría evoca el día de 2012 en el que pedaleó cincuenta kilómetros después de sufrir un infarto: "Los médicos no daban crédito"

Coque Uría, ayer, en Granda (Siero), con una bicicleta. LUCAS BLANCO

La sensación fue un pinchazo en el pecho, más bien "como si algo se rompiera por dentro". Coque Uría, exciclista profesional, gijonés de La Camocha, no supo hasta unas horas después que ese algo era una capa interna de la arteria coronaria derecha. Aquel San Mateo de 2012 era un día radiante de calor sofocante. Hacía un rato que el largo paseo en bicicleta de Uría había partido de Gijón por el Infanzón, dirección Villaviciosa. Pasada la capital maliayesa, a un paso de coronar el alto de La Campa camino de Sariego, Coque se sintió mal, y después poco a poco cada vez peor. Primero un mareo, luego náuseas y mucho sueño y un dolor agudo en el brazo izquierdo que no le impidieron seguir adelante. Pedaleó cincuenta kilómetros más, completó la ruta de vuelta a Gijón pasando por Pola de Siero, y subió y bajó el puerto de la Madera, todo con los síntomas de aquello que no sabía que era un infarto.

Los médicos "no daban crédito", cuenta Uría, cuando supieron que su corazón infartado había aguantado cincuenta kilómetros de repechos y un puerto, o que el ciclista incluso pasó por casa y se duchó antes de acudir al centro de salud. Tenía teléfono y no iba solo, se había encontrado a un amigo poco antes de Villaviciosa y habían seguido el trayecto juntos, pero no identificó los síntomas, no se vio grave. "Yo sabía que estaba mal", se explica, "pero no hasta qué punto". Los tres stents en la coronaria derecha que le colocaron de urgencia en el Hospital de Cabueñes no le impiden seguir saliendo en bicicleta. El carné insiste en que tiene 47, pero José Manuel Uría cumplió cuatro años el último 21 de septiembre.

Eso le dijo el cardiólogo. Que había vuelto a nacer, que sólo tenía constancia del caso similar de un alpinista que sufrió un infarto en la montaña y que el suyo habría sido más grave si la coronaria afectada hubiese sido la izquierda. También que "tengo un corazón muy grande", un corazón de ciclista grande y resistente, con alta capacidad de bombeo de sangre, que incluso después del esfuerzo de los cien kilómetros en bici y de los cincuenta infartado latía a menos de cuarenta pulsaciones por minuto mientras le operaban. Hasta llegó a bajar a 31, y a "hacer saltar la máquina", en los dos días de uci que siguieron a la operación, pero las enfermeras no se preocuparon. "Ye el ciclista, no hay problema".

Uría puede enumerar con precisión cada sensación de aquel día que terminó en el quirófano. El encuentro con Juan, "el güeriatu", en El Pedroso, poco antes de Villaviciosa, el ascenso de La Campa con el maillot abierto por el calor y la parada para abrocharlo "a la altura de una gasolinera abandonada, a un kilómetro de la cima". Al volver a arrancar, "al cogerme al manillar y hacer un pequeño esfuerzo para alcanzar a Juan" llegó el pinchazo. El mareo fue lo siguiente, al empezar a beber, parados en una fuente pasado el alto de La Campa, y en la memoria después va una sonrisa al recordar la respuesta del compañero cuando supo que se mareaba: "Lo tuyo ye fame".

La única concesión que se permitieron fue acortar el recorrido previsto y atajar por Sariego el trayecto hasta Pola de Siero. Bajando La Campa "quedé sin fuerza en las piernas y en los brazos", y ante la perseverancia de Juan -"eso ye un poco de pájara"- Uría, tumbado en el suelo, comió unos melocotones cogidos de una finca abandonada junto a la carretera. Pero no era fame.

La cantidad de gente que había en la Pola un día de calor y festivo en Oviedo le hizo desistir de entrar en una farmacia a tomarse la tensión. Una larga vida de ciclista, nueve años de profesional incluidos, dan para aprender a acostumbrarse a sufrir en bici, pero aquel día Uría notaba que con el paso de los kilómetros "mi cuerpo iba peor". Desde el cruce de El Berrón a Gijón, con subida incluida al alto de la Madera, pedaleando "muy despacio", se sorprendió bostezando sin parar. "Casi me dormía en la bici. El brazo izquierdo me empezó a doler mucho, me dormía". Entonces no, pero "ahora sé lo que me pasaba", comenta, "que no me llegaba sangre suficiente al cerebro". Bajó la Madera sin apoyar la mano izquierda en el manillar, pero fue capaz de llegar hasta la casa de su pareja en Gijón. Ella le vio pálido, pero tampoco grave. "Dúchate y vamos al centro de salud". Sólo fue consciente de que tenía un infarto después de llegar en ambulancia del consultorio de El Llano a las urgencias de Cabueñes.

Como le han recomendado deporte moderado, seguirá saliendo con su peña de exciclistas -"nos llamamos 'la grupeta los cucharoni', porque hacemos deporte para luego comer bien"-. Analizando el asunto con el paso del tiempo, Coque Uría sabe que le ayudó "haber hecho deporte toda la vida. El corazón también es un músculo que entrenas, que preparas. No es lo mismo tener un accidente en un todoterreno que en un Mini. Te puedes matar igual, pero te resguarda más, te protege".

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