Como cualquier cambio drástico en el fútbol, la aprobación por la FIFA de un Campeonato del Mundo con 48 selecciones ha levantado ronchas. Hay argumentos para todos los gustos, pero la conclusión es que no se puede ir en contra de la corriente: hace tiempo que el negocio está muy por encima de la lógica. Porque la razón dice que con el formato actual, de 32 equipos, ya hay unos cuantos que sobran. Estamos acostumbrados a unas fases de grupos mundialistas soporíferas, en las que selecciones de un nivel muy bajo son barridas por las potencias, hasta el punto de que a veces los dos primeros puestos se deciden por golaveraje general. Así que todo irá a peor en ese sentido a partir de 2026, aunque no hará falta fiarlo a tan largo plazo. Porque cuatro años antes, en Qatar, la credibilidad del fútbol y de la FIFA pasará una prueba de fuego con un escenario de lo más lujoso, pero de cartón piedra.
