Oviedo, Mario D. BRAÑA

En el reducido mundillo de la pelota vasca, condicionado por un entorno geográfico determinado y una tradición de siglos, se ha colado un grupo de mujeres tras romper una especie de tabú que les impedía competir en la modalidad de mano, que parecía un coto cerrado para los hombres. Entre ellas está una asturiana, Lucía Fonseca, que hasta hace tres años sólo conocía este deporte como espectadora, o más bien seguidora de su marido, Iker Amarika, pelotari profesional.

La vida de Lucía Fonseca Iglesias (Oviedo, 17 de octubre de 1978) dio un giro hace ocho años, cuando durante un verano en Llanes conoció a Iker. Porque aquel encuentro acabó en boda y en el traslado a Larrabetzu, un pueblo de más de dos mil habitantes del Gran Bilbao, próximo a Lezama. Lucía, que no había hecho más ejercicio que el de cualquier alumna del colegio de las Teresianas o, ya de mayor, el spinning en los gimnasios, se encontró de repente en un ambiente de lo más deportivo.

Se convirtió en una habitual de los frontones siguiendo la carrera de Iker, hasta que hace tres años decidió apuntarse a un curso de pelota a mano para mujeres. "Sólo éramos ocho o nueve, pero nos enganchamos y creamos un club", explica por teléfono Lucía Fonseca con un deje vasco que da más pistas sobre la adaptación a su nuevo entorno vital. Aquel club supuso todo un acontecimiento porque cambió algunas pautas que parecían inalterables: "Aquí las niñas jugaban a pelota hasta los 14 o 15 años, en que se pasaban a pala o lo dejaban".

A Lucía Fonseca le gustó desde el principio y no le importaron los pequeños inconvenientes de su deporte. "Las mujeres jugamos con unas pelotas más pequeñas y más blandas. Al principio, además, nos poníamos una especie de guantes para proteger las manos". Sobre la reacción de la gente, especialmente de los hombres, no tiene quejas, aunque admite que es un deporte "muy purista", con escasa presencia femenina hasta hace poco.

Como ocurre con la versión femenina en otros deportes, las mujeres pelotaris ofrecen un juego diferente al de los hombres: "Lógicamente, ellos tienen más fuerza y potencia, mientras que nuestro juego es más entretenido, más de colocar la pelota en la línea. Es un poco como el tenis, que no te exige mucho desgaste físico. Y tiene una cosa muy buena, que te da un gran margen de mejora".

Con aquel grupo de pioneras, Lucía Fonseca empezó a competir en torneos vinculados a las fiestas de los pueblos de Vizcaya, lo que fue animando a incorporarse a más mujeres, hasta las casi 80 que practican la pelota a mano. El domingo ganó los dos partidos formando pareja con su compañera habitual, Iratxe Ibarra, en la segunda jornada del Emakume Master Cup, campeonato promovido por su marido, una vez finalizada su carrera como pelotari profesional.

"De repente ha sido como un boom", explica Fonseca en referencia a la visibilidad que un torneo de este tipo concede a las mujeres. Porque se trata de la primera competición femenina de pelota vasca en la modalidad de mano parejas de carácter internacional, ya que hay jugadoras de México, Cuba, Iparralde (País vascofrancés), además de pelotaris de otras zonas de España con cierta tradición, como Navarra, La Rioja, Aragón, Cataluña y Valencia.

Lucía Fonseca aclara que ella e Ibarra compiten en Primera División, categoría inferior a la de elite, pero se pone como ejemplo de lo que puede conseguir una mujer condicionada en muchos aspectos: "Tengo 38 años y dos críos, de 5 y 3. Sólo puedo entrenar dos horas, dos días a la semana. Lo importante es que hemos puesto el tren en marcha y hemos sido un referente para que las niñas no lo dejasen".

Cita como referentes a su primer entrenador, Joanes Cámara, y por supuesto a su marido, que le orienta "en sus ratos libres". Más allá de la competición, Lucía Fonseca confía en que se vea a las mujeres pelotaris con naturalidad porque "todavía circula por ahí el estereotipo de que una mujer, por jugar a la pelota, es más bruta". Reconoce que su familia asturiana "flipa" con su actividad deportiva, pero que ya han ido alguna vez a ver cómo se desenvuelve en el frontón.