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Partidos Con Historia

Pesadilla en Heysel

La final de la Copa de Europa de 1985, entre el Juventus y el Liverpool, queda marcada por la muerte en Bruselas de treinta y nueve espectadores, la gran mayoría seguidores del equipo italiano

Pesadilla en Heysel

Como en cualquier otro orden de la vida el fútbol está lleno de tragedias. La más reciente, la del equipo brasileño Chapecoense, que rememora las del Torino y el Manchester United, en 1949 y 1958, respectivamente, a los que también un accidente de aviación golpeó durísimamente cuando estaban viviendo los mejores momentos de su historia hasta aquel entonces. Pero de las que han ocurrido en campos ninguna de tanto impacto como la de la final de la Copa de Europa de 1985, en Bruselas, porque se dio la circunstancia de que pudo seguirse en directo a través de televisión, lo que permitió ver además unas imágenes durísimas.

Iba a ser una fiesta del fútbol y acabó en pesadilla. La muerte de 39 espectadores en el estadio de Heysel por unos incidentes ocurridos alrededor de una hora antes del comienzo previsto de la final de la Copa de Europa entre el equipo turinés y el Liverpool en la capital belga dejó sin respiración a un mundo que asistía atónito a una auténtica carnicería. La chispa más inmediata que prendió la mecha fue la coincidencia de aficionados de uno y otro equipo en la misma zona del campo, después de que entradas que habían sido reservadas en principio para aficionados locales acabasen en manos de hinchas de los dos equipos.

Los seguidores del Liverpool llegaban calientes a este partido después de que el año anterior hubiesen sido maltratados alrededor de la final también de la Copa de Europa que disputó su equipo contra el Roma en la capital italiana. Los aficionados juventinos no eran tan agresivos ni mucho menos como los ingleses y la tragedia se produjo al abalanzarse los ingleses, muchísimo más numerosos, contra los italianos. Estos recularon pero acabaron frenados por un muro, que separaba una zona de la grada, por un lado, y las vallas, por otro, si intentaban saltar desde sus localidades al campo.

La zona de conflicto se convirtió en una ratonera que provocó la muerte por asfixia y aplastamiento de 34 italianos, dos belgas, dos franceses y un inglés entre el asombro del resto de los espectadores en el campo y de quienes lo seguían por televisión, que asistieron a su vez a su lentísima reacción de las fuerzas de seguridad y de los equipos de socorro.

Una vez retirados los fallecidos y los además centenares de heridos que se contabilizaron las autoridades belgas tomaron la decisión del que el partido se disputase, con una hora y media de retraso sobre el horario previsto, lo que les acarreó grandes críticas pues no parecía nada normal que se jugase el encuentro cuando de alguna forma la final había costado tantas vidas, pero tanto la policía como los políticos consideraron que sería peor que se suspendiese, pues tal como estaban los ánimos de calientes los incidentes podían ser mucho más graves. Con lo de que se jugase el partido los responsables de seguridad buscaban también la manera de conseguir refuerzos importantes para los no muy abundantes efectivos con los que contaron de mano, al no preverse incidentes por no haber cuentas pendientes entre las dos aficiones.

El partido resultó una caricatura. El enfrentamiento entre los dos mejores equipos del momento se quedó en nada, impactados como estaban también los jugadores por lo que acababa de pasar. El suceso fue toda una lástima asimismo desde el punto de vista deportivo porque se medía el rey de la Copa de Europa del momento, el Liverpool, que llevaba nada menos que cuatro títulos, entre ellos el ganado al Madrid en 1981, y el Juventus, toda una potencia que tenía la frustración de no haber sido nunca campeón de Europa, y que llegaba a esta cita con muchos campeones del mundo de 1982 en sus filas, además de extranjeros tan destacados como Platini, campeón de Europa de selecciones en 1984, y el polaco Boniek.

Tan descafeinado quedó el choque que los del Liverpool ni protestaron el penalti que acabó sentenciado el choque, pese a que fue clarísimo que el derribo señalado por el árbitro se había producido fuera del área. Y es que después de lo que había pasado estaba en el ambiente que el Juventus tenía que ser el campeón, y hasta que era lo más conveniente, para calmar los ánimos de sus hinchas y que no buscasen vengar a sus fallecidos de forma inmediata.

Perdió el Liverpool y perdió el fútbol inglés, cuyos equipos fueron sancionados a estar cinco años sin participar en las competiciones continentales, para que entretanto pensasen cómo meter en vereda a sus seguidores, que ya llevaban años provocando incidentes, un castigo doblado al propio Liverpool, aunque después se redujo a seis años. Y perdió el fútbol en general, que desde entonces ya no se vió más como un espectáculo inocente sino al que se asistía casi como se va a una zona de guerra. Fue el punto que marcó el comienzo del intento de transformación de los campos y estadios en sitios mucho más seguros, lo que implicó por ejemplo la desaparición de zonas de pie y de vallas, así como la prohibición de despachar bebidas alcohólicas en sus bares.

Para el fútbol inglés la consecuencia fue también que el aislamiento le costó el liderazgo del fútbol continental. Hasta entonces era el país con más títulos, después de que sus clubes ejerciesen un dominio por momentos espectacular en las tres competiciones que se disputaban de aquellas -la otras dos eran la Recopa, para ganadores de Copa, y la Copa de Ferias o de la UEFA, para los mejores clasificados que no hubiesen sido campeones. Un dominio que nunca recuperó pese al enorme gasto que lo caracteriza en los últimos años, tanto en jugadores como en entrenadores de otros países.

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