Ni la gestión de los Fernández, ni la política de fichajes, ni los planteamientos de Abelardo o Rubi, ni el rendimiento de los jugadores. El gran problema del Sporting es que el cura no puede entrar en el vestuario. Vaya por Dios. El "Sálvame" futbolístico de esta semana se ha consumido con una gira del padre Fueyo por los medios de comunicación nacionales. LA NUEVA ESPAÑA adelantó el 29 de enero la noticia, en la que se dejaba claro que también afectaba a los servicios médicos y a otros auxiliares del primer equipo. Era la víspera del partido de San Mamés, cuando Rubi todavía no cargaba con el pecado mortal de cualquier entrenador ya que no había perdido. Dos semanas después, cualquier excusa sirve para echarle tierra encima. O, simplemente, para que los gurús de las redes sociales decidan lo que es importante y lo que no. En el fútbol, como en la vida, las tradiciones son importantes. Pero mientras no se demuestre lo contrario, en un vestuario el que manda es un entrenador: en un grupo de veintipico jugadores cabe cualquier creencia, pero sólo hay un líder al que seguir.
