El Lealtad va camino de completar la mejor temporada de su historia, con unos números que le permiten soñar con algo más que la permanencia. La pena es que el club de Villaviciosa vive tanta gloria casi en soledad. En su último partido en Les Caleyes, en el que amplió a diez la racha de jornadas sin perder, la asistencia rondó los 250 espectadores, una entrada impropia de la Segunda B. Unos días después el presidente, Pedro Menéndez, se lamentaba de que la recaudación había ascendido a 80 euros, producto de las cuatro localidades despachadas en taquilla. Una muestra más de los milagros que tienen que hacer los directivos del deporte modesto, incluso en este caso, cuando hablamos de la tercera categoría del fútbol español. Menéndez y su ejemplar grupo de trabajo, que no hace mucho salvaron al Lealtad de la desaparición, merecen más apoyo de un pueblo que necesita señas de identidad. Sobre todo si son tan baratas como la de su club de fútbol.
