"Emery, enhorabuena por cómo preparaste el partido", le dijo un periodista al entrenador español del París Saint-Germain tras la goleada del martes al Barcelona. La respuesta del técnico fue impagable: "Cuando pierdo, también los preparo". La respuesta fue, quizá sin saberlo, un apoyo a Luis Enrique, condenado al infierno por la goleada sufrida por el Barcelona. Se ve que un amplio sector de la crítica, la catalana incluida, estaba esperando al técnico de Pumarín (Gijón), que a veces no ayuda a ser comprendido pues tiene reacciones inadmisibles como la que se vivió en París con un periodista de la tele de Cataluña. La goleada, dicen algunos, es el final de Luis Enrique en el Barcelona. Pero, ojo, que nadie descarte la remontada en la vuelta del partido de la Liga de Campeones. Una remontada casi imposible, pero de la que es capaz el Barcelona. Habrá que esperar y ver, como diría el clásico.

Mientras, en el amplio mundo rojiblanco se comienzan a echar cuentas del futuro inmediato del Sporting. Tres partidos seguidos después de la felicidad de Butarque a cada cual más difícil. Atlético de Madrid y Celta, en el Anfield del Piles, y Barcelona, en el Nou Camp. Nueve puntos de la máxima dificultad, pero tres partidos para intentar el sorpasso con el Leganés, ahora mismo el gran rival rojiblanco, en pos de una permanencia que se ha convertido en posible.

Curiosa Liga la que está viviendo este Sporting, antes del gran timonel y ahora de Rubi. Sin ganar apenas partidos, cuatro en lo que llevamos de ejercicio, está a un paso de salir del descenso. Dos empates en estos próximos partidos pueden ser suficientes para salir del pozo, siempre que el Leganés no sume, que a saber lo que puede hacer el equipo del sur de Madrid. Ahora mismo ni el más fino de los analistas se atreve a hacer pronósticos sobre los puntos que serán necesarios para conseguir la permanencia.

En el regreso a la frase inicial de estas líneas pronunciada por Unai Emery, hijo del Emery portero del Sporting en los sesenta del pasado siglo, conviene trasladarla al actual Sporting, que debe de preparar con mimo cada partido en la pizarra del entrenador, pero que tiene que salir al campo y ponerse en manos de once jugadores, quizás ávidos de demostrar que son mejores de lo que indican los resultados que van consiguiendo.

Por cierto, damas y caballeros, señoras y señores diputados, rasca la situación que el Sporting mantiene con los miembros del cuadro técnico de Abelardo. Desde fuera parece duro que servidores tan eficaces y fieles del sportinguismo tengan que terminar en los tribunales con la sociedad anónima deportiva, antes club. Sin duda hay distintos caminos que se podrán recorrer antes de terminar en la sala de juicios. El Sporting, con fama de no echar a nadie, tiene un problema con símbolos de su pasado más reciente.

Pero hay que mantener las buenas costumbres; por eso, si pregunto, ¿molesto?: ¿sabe Esuperio qué máximo accionista no estuvo en los partidos de Mestalla y Butarque, ambos ganados por el Sporting? Próxima parada, Capuchinos.