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Al Palo

La segunda unidad

El Madrid resolvió en Ipurúa, uno de los campos más célebres de España, gracias a la radio: quién no dice de cuando en cuando eso de "gol en Ipurúa"; de hecho, sólo está a su altura el "gol en La Condomina". Decíamos, resolvió con los reservas, bautizados como "segunda unidad" en esta década del siglo XXI.

Ganar con jugadores distintos a los habituales, o a los más habituales, suele dar resultado porque mete en cintura a los titulares (aún no está extendido lo suficiente "primera unidad"). De este modo se verán obligados a jugar como equipo (ahora "juego coral", como en las películas corales de Berlanga), a correr y dejarse de aventuras al ataque sin correr para atrás, que es la única situación en la que hay que correr. De paso se evita que te cuelen dos o tres goles (léase Valencia, Villarreal o Las Palmas) en muy pocos minutos, de paso se generan más goles porque se evita algo tan incómodo e inservible como correr tras el balón cuando lo tienen los otros y de paso no hace falta tirar de milagros en el minuto "noventa y Ramos" para ganar los partidos. Claro que en esto del "noventa y Ramos" no siempre suena la flauta: a veces se palma, a veces se empata y la cosa se va de las manos.

Ahora bien, cuando ocurren estos traspiés en el Madrid el drama se multiplica. No es lo mismo una crisis merengue que una crisis en el equipo de la fábrica de colonia. Qué va. Una minicrisis blanca es un nubarrón negro, una crisis tipo crac (o crack) de la Bolsa del 29; por el contrario, en otros lares simplemente es una sucesión de malos momentos.

Por otro lado, y para liar más esta tesis absurda que ordena el guionista número dos de "Al Palo", es bueno o muy bueno que al Madrid le ocurran estas crisis y los correspondientes palos que le caen de quienes los están esperando, mazo en mano, porque es cuando la muchachada blanca entra en su fase uno, se remanga y deja de provocar amagos de infartos entre la afición. Eleva el tono de juego y envía un mensaje de paz, tranquilidad, buen juego y triunfos a sus fieles. Vamos, para entendernos, que aparca sus habituales cagadas de temporada. Porque ésa es otra especialidad del club de Concha Espina, fabricar internacionales en los equipos contrarios y dar aire a los que viven en el paraíso del "guaysmo".

Eso sí, y cagadas aparte, hay un gen de generosidad en el merenguismo que le obliga a dejar que los demás se acerquen a él. (Gen bíblico, claro).

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