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Fútbol Partidos con historia

Inauguración por todo lo alto

España derrotó brillantemente a Yugoslavia, una potencia de la época, en el primer partido disputado en Buenavista, con gol inicial de Lángara

Una alineación del Real Oviedo de la temporada 1932-33. De izquierda a derecha, de pie: Chus, Galé, Lángara, Sirio, Mugarra y Calichi; agachados: Casuco, Gallart, Inciarte, Botella y Santander.

Equipo grande necesita campo grande. El Oviedo de principio de los años treinta había crecido lo suficiente a pesar de su juventud, pues su fundación, producto de la fusión del Stadium y del Deportivo Oviedo, databa sólo de 1926, para que la instalación de Teatinos, su primera base, se le quedase pequeña. La zona de Buenavista, considerada ya de aquella como una futura zona de expansión de la ciudad, fue elegida como el emplazamiento ideal.

La financiación para el nuevo campo corrió a cargo de inversión privada, agrupada en la denominada Sociedad Anónima Stadium, después de que los números que se echaron tirasen para atrás al Ayuntamiento, que fue a quien primero se dirigió la directiva del club para ver qué podía hacer por el estadio. Los altos costes no impidieron sin embargo la utilización de materiales de vanguardia hasta el punto de que por primera vez en un estadio español la tribuna cubierta no necesitaba de ninguna columna de sujeción, con lo que se ganaba en visibilidad al no haber obstáculos por el medio para los espectadores, según el proyecto ideado por el ingeniero Ildefonso Sánchez del Río.

Puesto que Oviedo tenía la ambición de albergar un encuentro internacional -de hecho el que se rechazase su solicitud por parte de la Federación Española para que fuese sede de un partido de la selección, debido a que Teatinos no ofrecía condiciones, fue otro de los motivos de abordar esta empresa del nuevo campo-, qué mejor que inaugurarlo por todo lo alto con un choque de selecciones absolutas.

En este caso ya no hubo pegas a la petición y se le concedió el España-Yugoslavia, a disputar el 24 de abril de 1932, que se enfrentaban por primera vez. Yugoslavia era una de las selecciones destacadas de la época, como acreditaba su cuarto puesto en el primer Mundial, disputado en 1930 en Uruguay, con victoria del equipo anfitrión. El conjunto eslavo había ganado a Brasil y a Bolivia en la fase inicial, para perder en la semifinal con a la postre campeona, por un contundente 6-1, el mismo resultado que le metió en la otra semifinal Argentina, rival de Uruguay en el último partido, a Estados Unidos, clasificada al final tercera por mejor diferencia de goles.

Con un campo abarrotado, cuyo aforo oficial era de 15.000 espectadores, pero en el que en el número de aficionados presentes estaba más cerca de los 20.000, según todos los testimonios, comenzó un partido dominado desde el principio por una España en el que formaban todas sus figuras de la época, empezando por el legendario portero Zamora y en el que para particular satisfacción de los oviedistas se alineaba el delantero centro de su equipo, el no menos legendario Isidro Lángara, todo un cazagoles. El vasco debutaba con la selección y si el seleccionador, José María Mateos, había contado con él pese a jugar de aquella todavía en Segunda, el atacante no tardó en corresponder a aquella muestra de confianza.

Para que la histórica ocasión resultase aún más redonda Lángara fue el autor del primer gol de España ante Yugoslavia y por tanto el que inauguró asimismo el marcador del nuevo campo. Hablar de Lángara es hablar de palabras mayores en fútbol y mantiene el mejor promedio goleador en la selección, con 17 tantos en 12 partidos.

El tanto de Lángara, a los 20 minutos, tuvo su continuidad cinco minutos más tarde en el de Luis Regueiro, otro de los grandes del momento, ante el entusiasmo de los espectadores, mucho de ellos niños que no se podían creer ver a sus ídolos tan de cerca, tanto que ni siquiera hubo problema para conseguir sus autógrafos. Todo parecía encaminarse a una goleada pero los yugoslavos sacaron su genio y poco después del segundo tanto español redujeron distancias, aunque ya no se movería más el marcador. Para la historia queda también que el césped no estaba en muy buenas condiciones. Y es que hay cosas que no cambian nunca.

Lángara fue la punta de lanza de un Oviedo al que el nuevo campo le sentó a su vez de maravilla, pues a la temporada siguiente, 32-33, consiguió subir a Primera División, después de una campaña en la que la denominada primera delantera eléctrica se hinchó a meter goles, especialmente Lángara, claro, que estaba flanqueado por la derecha por Casuco y Gallart y por la izquierda por Galé e Inciarte. Entre los resultados destacan el 8-1 al Castellón, el 7-1 a Osasuna, el 6-1 al Deportivo y el 5-1 al Atlético de Madrid, un equipo, el colchonero, que precisamente sustituiría al Oviedo cuando se reanudó la Liga después de la Guerra Civil debido a lo hecho polvo que había quedado Buenavista.

El conflicto armado no sólo destrozó al país sino que también cortó la racha de un Oviedo que había quedado justo las dos anteriores temporadas inmediatas al comienzo de la guerra nada menos que tercer clasificado, y con Lángara como máximo goleador de la categoría en tres ocasiones, también en la del debut de los azules en Primera en la que se clasificaron en un más que meritorio sexto puesto.

El Oviedo se mantuvo en el emplazamiento de Buenavista hasta el año 2000, cuando se trasladó al campo situado en La Ería, aunque conservando el nombre de Carlos Tartiere, que data de 1958, ocho años después de la muerte del que fue su primer presidente y principal financiero, hasta el punto de que tras su fallecimiento empezaron a flojear las cuentas, lo que acabó desencadenando su venta al ayuntamiento, en 1954. Desde su fundación hasta su demolición el campo sólo conoció una gran reforma, la derivada de su elección como una de las sedes del campeonato del mundo celebrado en España en 1982. Entonces, jugaron en el Tartiere las selecciones de Austria, Chile y Argelia partidos correspondientes a la primera fase.

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