Al final del Juventus-Oporto, Buffon y Casillas se dieron un abrazo que fue mucho más que un gesto de compromiso deportivo. Se nota que dos de los mejores porteros de este siglo se admiran tanto como se respetan. Saben mejor que nadie lo que cuesta estar casi veinte años en la elite del fútbol. Buffon ha tenido sus malos momentos, pero es un privilegiado en comparación con Casillas, por el respeto casi reverencial en su casa, la Juve. El que le faltó a Iker en el final de su etapa en el Madrid. En su salida pesó tanto su evidente declive como la inquina de un sector del madridismo instalado en la caverna. El sentido del deber, la fidelidad a los colores de toda la vida (el blanco y la Roja) aceleraron un adiós precipitado e injusto. ¿Cuesta mucho imaginar lo que habría ocurrido si el autogol de Keylor frente al Betis hubiese sido de Casillas? Afortunadamente para él, ya nadie puede echarle la culpa de lo que pasa en el campo ni en el vestuario blanco. Puede dedicarse simplemente a parar, tan bien como lo ha hecho en los 175 partidos UEFA que cumplió en Turín. Iker sigue haciendo historia.