La vuelta de Maria Sharapova al circuito del tenis profesional, el pasado miércoles en Stuttgart, ha reavivado del debate sobre el dopaje y sus consecuencias. La jugadora rusa fue suspendida durante quince meses por un positivo por Meldonio, poco después de que la Federación Internacional de Tenis lo incluyera en su lista de productos prohibidos. Algunas rivales se han quejado de que la organización del torneo alemán premiase a Sharapova con una invitación que le permitió entrar directamente en el cuadro final, justo al día siguiente de cumplir el castigo. Una protesta justificada porque la maniobra parece estar relacionada con el patrocinador del torneo, que también esponsoriza a Sharapova. Cuesta más aceptar las palabras de Eugenie Bouchard: "Los tramposos, en cualquier deporte, no deberían tener permitido volver a practicar ese deporte nunca más. Es injusto para el resto de jugadoras y por parte de la WTA se envía el mensaje equivocado a los niños de que puedes hacer trampas y luego ser recibido con los brazos abiertos". Excesivo, aunque es cierto que no hubiera venido mal una declaración de Sharapova en la que mostrase claramente su arrepentimiento en vez de buscar excusas.