No fue la diferencia entre un viernes y un domingo, sino entre el día y la noche. El OCB dio ayer un puñetazo encima de la mesa y no solamente evitó el "match-ball", sino que hizo recuperar la ilusión a Pumarín.

Efectivamente, la intensidad local, desbordante, fue muy diferente a la del primer partido. Y cuando eso ocurre, facilita mucho el juego. Pero también lo facilitan los aciertos tácticos. El equipo local consiguió amarrar a los exteriores visitantes gracias a involucrar más a sus interiores en las salidas de bloqueo indirecto, con flashes más largos e incluso cambios de hombre en ocasiones. Eso impidió casi todos los tiros fáciles de Mitrovic, Kapelan y Christian Díaz.

Tapado ese recurso, el Ourense se volcó en alimentar a su pívot de referencia, Fran Guerra, que en los minutos iniciales, jugando el uno contra uno sin ayudas, sembró el pánico en la zona local. Un miedo acrecentado por el, de nuevo, apabullante dominio en el rebote de los gallegos. Las malas noticias se incrementaron en los primeros minutos por los desaciertos del Oviedo ante las zonas presionantes de García de Vitoria. Errores en la culminación, porque las jugadas estuvieron perfectamente ejecutadas.

Pero el esfuerzo defensivo del equipo ovetense pronto encontró recompensa. Las ayudas exteriores contra Guerra terminaron de matar el ataque visitante y Barro le dio la vuelta al lastre reboteador. En ataque, el OCB aprovechó muy bien sus opciones, con especial mención para Salvó, que dio un clinic de lectura defensiva y polivalencia ofensiva.