Paco Parreño (67 años) vive con ilusión su segunda etapa como técnico del Avilés y confía ciegamente en el equipo para lograr el ascenso a Segunda División B. Al igual que durante su primera estancia en el club, en la temporada 1998-1999, Parreño vive en la residencia de deportistas de Trasona y disfruta con los amaneceres y atardeceres en el pantano. "Una bellísima sensación ante un paisaje único que pensé no iba a poder ver más", asegura el técnico.

-¿No es muy complicado llegar a un equipo a falta de tres jornadas y con un play-off de ascenso tan cerca?

-Sí, pero si lo supera la ilusión no se valora si es complicado o no, arrancas el coche y te vienes sin más. Yo había acumulado muchas ganas y ansias de volver a Avilés y al Avilés, y eso supera la complicación, que queda relegada a un segundo término.

-¿Cómo supera su desconocimiento de la categoría?

-A mí me ha traído José Luis Tamargo, que es un profesional como la copa de un pino y tiene un conocimiento exacto de la categoría, pero quien realmente me está ayudando es Blas García. Al margen de la especialidad de Dani Castro como entrenador de porteros y de Jorge Tejada como preparador físico, no me podían meter mejor compañero que Blas en lo que es conocimiento del rival, de los jugadores y la estrategia. Me meten un pata negra y, a partir de ahí, salgo con una ventajas enormes como se demuestra día a día a la hora de marcar estrategias y de planificar un partido. He sido un privilegiado en ese aspecto.

-El año pasado Blas hizo un buen trabajo en el Marino.

-Blas es un entrenador como la copa de un pino, así de simple. Es mi compañero y espero que dentro de nada sea mi amigo. La sintonía es total y tiene libertad de movimiento. Siempre nos reunimos los tres, los cuatro los sábados con Tejada, para consensuar los entrenamientos y Blas no es el típico segundo entrenador, es mi compañero de trabajo.

-Después de dos semanas, ¿cómo ve al equipo?

-No tengo una valoración exacta porque en esto no hay un parámetro que lo marque, lo que si puedo decir es que los chicos tienen una predisposición excelente al trabajo y, al margen de que las cosas salgan mejor o peor el domingo, aquí no rehuye nadie los esfuerzo.

-¿Es mucha responsabilidad que haya llegado con el objetivo de subir a Segunda B?

-No, en absoluto. Con la que está cayendo en el mundo no me puede dar miedo un play-off del fútbol, al contrario, estoy ávido de que llegue aunque es verdad que me gustaría tener un poco más tiempo de preparación, pero es así. Podemos tener errores, pero ningún miedo porque esto forma parte de la profesión.

-Con su conocimiento del equipo, ¿cuál es su confianza en el ascenso de cero a diez?

-Un nueve, porque el fútbol me debe una muy gorda y ya no tiene tiempo para devolverme esa deuda. Esta es la ocasión. Llevo 45 años en esto y después del Avilés no habrá más. No se si voy a estar dos meses o dos años, pero no voy a firmar ningún contrato en otro equipo. No volveré a entrenar más y el blanquiazul será mi último color.

-¿Por qué eligió el Avilés como último club?

-Porque ha sido con el que más he sentido. He sentido en mis carnes Asturias y Avilés. Viví el pase del Muro de Zaro al Suárez Puerta con una plantilla espectacular en lo humano y sentí que estaba encarrilado para dar el salto al año siguiente a Segunda, pero me quedé ahí. Desde ese momento no he dejado de venir. Me propusieron volver en tres ocasiones, pero no acepté porque me niego a descender al Avilés y entonces pensé que no había equipo para mantenerse en Segunda B. De hecho, en las tres bajó.

-¿Y vino ahora por el convencimiento de que se puede subir este temporada?

-Si porque el fútbol me dio la vida, me la quitó, y ahora ya no tiene margen.

-¿Cómo es la relación en el vestuario?

-Muy buena y, aunque obviamente no van a ir todos a tomar una cerveza, es normal ver grupos con gente avilesina y de fuera, veteranos y jóvenes. Eso de que hay mal rollo y que este equipo se lleva mal es mentira, un bulo, al contrario. Lo que pasa es que cada uno tiene su carácter, su idea y congenia mejor con unos que con otros. Yo lo pregunté en el vestuario y me contestaron que no hay ningún problema.

-¿Siente que está totalmente respaldado en el club?

-Absolutamente. Siento un apoyo muy fuerte empezando por José Luis Tamargo, que es el director deportivo, y después el respaldo que he recibido del gestor, Álvaro López, que me pidió que tire fuerte y que apriete. Le gusta que yo esté convencido de nuestras posibilidades. Esos son los respaldos que me pueden dar porque el resto nos los tenemos que ganar nosotros en el campo.

-¿Puede calar ese mensaje de optimismo en la afición?

-A la afición se le puede exigir poco porque está maltratada y hay que darle mucho. Le podemos decir que no se levante aún de los asientos, que espere un poco porque el final de la película puede ser muy bonito y sería una pena que se lo pierdan. Este equipo tenía que estar en Segunda peleando por subir a Primera y veríamos como acuden al Suárez Puerta 8.000 ó 9.000 personas, entre otras cosas porque la ubicación del campo es un privilegio y una comodidad para el avilesino. Es una pena que esté en Tercera.