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Toda una vida

"Cuando subía a entrenar a Mareo, el coche iba solo"

"Estoy muy agradecido al fútbol porque me lo dio todo, y yo se lo entregué todo al fútbol; y al Sporting, que fue mi casa"

"Cuando subía a entrenar a Mareo, el coche iba solo"

José Manuel Novoa pudo ser el primer bebé de Gijón en 1944. Nació y creció en El Llano, rodeado de prados que se prestaban para jugar al fútbol en una época que no ofrecía muchas más distracciones. Su carrera como jugador estuvo marcada por dos clubes, el Sporting y el Celta, pero fue como entrenador cuando adquirió cierta notoriedad. En el banquillo del Sporting alargó la edad de oro de finales de los 70 y, por encima de todo, le queda el orgullo de haber convertido Mareo en una auténtica escuela de fútbol. Desde 1998, cuando fue engullido por la peor temporada del Sporting en Primera, el fútbol es sólo entretenimiento. La familia y el golf llenan su vida.

La calle era suya

"Soy hijo único. Mi padre se murió en accidente cuando yo tenía cuatro años. Viví con mi madre y unos tíos en El Llano hasta los 20 años, en que me trasladé al centro de Gijón. El Llano estaba lleno de prados para jugar al fútbol. En esos años ya coincidí con Montes, Alonso, Pocholo y Echevarría, que vivían cerca".

"Básicamente, lo que hacíamos era ir al colegio y jugar al fútbol. No había ni televisión, así que la calle era el principal argumento para el que quería ser futbolista. Había mucha más libertad para caminar, para jugar, se vivía mucho más en la calle. Todos nos conocíamos".

"Estudié en Los Baberos, en Cimadevilla, y después en la Fundación Revillagigedo. Cuando tenía 14 o 15 años fuimos unos cuantos a jugar en el Atlantic, con el Presi. A los 17, cuando estudiaba y trabajaba en el Gedo, me llamaron para el Sporting juvenil. Y a finales de año, antes de cumplir los 18, pasé a entrenar con el primer equipo".

"En el Gedo estuve un tiempo trabajando por las mañanas y estudiando por las tardes Maestría, incluso los sábados. Era consciente de que sin saber lo que iba a pasar con el fútbol había que encaminarse de alguna forma en la vida. Además, estudiar se me daba bien. Muchos compañeros del Gedo acabaron entrando en Ensidesa".

"En el Sporting juvenil, con Luisín de entrenador, empiezo a competir, a saber estar. Jugaba de interior o delantero. Me costaba más defender que atacar".

Aquella primera vez

"La primera vez que fui a El Molinón, a ver al Sporting, tendría diez o doce años. Era en Primera. Me acuerdo de ver al Madrid, o un 0-6 del Oviedo. Para cualquier niño de Gijón de entonces llegar al Sporting era lo máximo, un sueño. Eran la época del Matagigantes".

"Firmé un contrato por tres temporadas. Mi primer sueldo fue de 3.500 pesetas. Fui cedido un año al Siero, pero volví antes de acabar la temporada 1962-63. Debuté en el primer equipo con Molinuevo en tres partidos de Copa, el primero contra el Valladolid en El Molinón. Ganamos 2-1 y yo marqué el segundo gol. A partir de ahí estuve cuatro temporadas en el Sporting".

"Me faltaba debutar en la Liga. Soñaba con ganar y con meter un gol. Jugué de delantero centro aquel día, al lado de Biempica, Pocholo, Medina. Empatamos a uno con Osasuna y el gol lo marqué yo. En aquella época llegamos a jugar dos promociones para ascender a Primera. Estábamos siempre en cabeza, pero al final por un partido no ascendíamos".

"En aquella plantilla había mucha competencia. Nunca fui titular, pero disfruté y colaboré como uno más. Viví el sueño de jugar en el Sporting".

La gran familia

"El Sporting era una familia grande. Éramos casi todos de Gijón y el equipo para mí era como estar en casa. Era agradable el ambiente, el problema es que no había instalaciones. Entrenábamos en El Molinón muy de vez en cuando. La mayoría de las veces en Los Fresnos, La Fontanía y la Universidad Laboral, en muy malas condiciones".

La salida al Celta

"En 1967, el Sporting y el Celta hicieron un trueque con Lavandera y conmigo. Eran clubes similares. Allí tampoco había instalaciones, estaban igual o peor que en Gijón. Me sentí muy bien en Vigo, volví en el 88 como entrenador y mi hija, que había nacido en Gijón pero criado en Vigo, se casó allí. Tengo nietos y voy habitualmente por allí".

"Era la primera vez que salía de casa. Me vino bien porque te vas curtiendo, coges tablas. Deportivamente me fue mejor como jugador, pero sobre todo aprendes a vivir de otra manera. Ahora los entrenadores van con todo su equipo, pero de aquella fui solo. Tienes que aprender a abrirte, a seleccionar, a confiar en las personas. Después de tantos años, la gente en Vigo me trata con cariño. Fueron años muy buenos. Como jugador colaboré en el ascenso y por fin debuté en Primera División, contra el Sabadell, en Balaídos. Como entrenador estuvimos a punto de clasificarnos para la Copa de la UEFA".

Rápida transición

"Me tuve que retirar del fútbol muy pronto, con 27 años, por una lesión en el tendón de Aquiles. Ya estaba mal en la última temporada del Celta. Vine al Avilés, que estaba en Tercera, y en un partido se acabó de romper. Estuve unos meses intentando recuperarme, pero no hubo manera. Como quería seguir en el fútbol decidí sacar el curso de entrenador. Estuve dos años en Oviedo y después en Madrid. Saqué el número 1, quizá porque los estudios siempre se me dieron bien. Nada más acabar me llamó el Sporting. De aquella no había mucha gente que tuviera el título nacional. Me hice cargo del filial, que estaba en Preferente, y también como ayudante del primer equipo".

"En el Deportivo Gijón estuve seis años. Ascendimos a Tercera y en la temporada 78-79 a Segunda B. Fue justo cuando se marchó Miera y me ofrecieron llevar el primer equipo. Hicimos una buena temporada, terceros y de nuevo en la UEFA. Yo estaba a gusto, pero entiendo que Miera volviese porque lo había hecho muy bien. Tenía ofertas para entrenar fuera, pero estaba a gusto en Gijón y me ofrecieron ser director de Mareo".

Las bases de Mareo

"En los primeros años, Mareo sólo eran campos y equipos de fútbol, sin ninguna organización. Entre el 80 y el 84 eché a andar la escuela de fútbol. Es del trabajo que más satisfecho me siento. Viajé para ver cómo funcionaban en Holanda y, sobre todo, en Bilbao. No teníamos las facilidades del Athletic con la cantera porque aquí había que competir con el Oviedo. Había que ir de la mano de los entrenadores, con preparadores físicos, acordando una forma de jugar. Se trataba de preguntar cómo van los chavales, cómo evolucionan, no por cuanto ganaron. Se pusieron las bases de lo que hoy es Mareo".

Exigencia que mejora

"En 1984, después de las dos temporadas de Boskov, Mareo ya estaba encaminado y el club decidió apostar por mí, por alguien de la casa. Fueron buenas temporadas, pero la exigencia del público y de la prensa era muy grande. El Molinón no aceptaba que se jugase un balón hacia atrás. Tuve la suerte de contar con muy buenos jugadores. Y esa exigencia nos sirvió para mejorar. Aquí se silbó a Maceda, que era un fenómeno, y a Joaquín, que -salvando a Quini por lo que significa- es el gran símbolo del Sporting. En aquel momento las cosas eran así: o te hacías fuerte o desaparecías".

"Sé lo que se comentaba sobre mi carácter, pero lo más importante es hacer lo que crees que debes hacer. De aquella ser de Gijón era un problema para estar tiempo en el Sporting. Se me exigía más que a otros. Mi carácter sería bueno para unas cosas y malo para otras. Y, sobre todo, entendía que hacía lo mejor para el Sporting. La tranquilidad personal está por encima de todo".

El 0-4 de nunca jamás

"Faltando diez minutos para acabar el partido del 0-4 en el Camp Nou le dije a una persona del banquillo: fíjate bien que esto quizá no lo vuelvas a ver nunca. Lo hicimos, además, con un equipo mayoritariamente de Mareo. Ablanedo, Tati, Jiménez, Joaquín eran como hijos míos. Eloy y Zurdi fueron mis dos primeros fichajes como director de Mareo. Tenían 14 años y venían del Inmaculada. Era una felicidad entrenarlos. Cuando subía a Mareo, el coche iba solo. Nunca fui a trabajar, era mi hobby".

Vigo, Burgos, Barcelona

"En 1988, cuando salí por primera vez del Sporting, estuve dos años en el Celta. Y después otros dos en el Burgos, donde volví a estar sin instalaciones y pasando mucho frío, pero con jugadores con ganas. Llegamos a ganar en el Bernabeu, y también al Barcelona y al Atlético de Madrid. En Barcelona, cuando entrené al Espanyol, también viví muy bien".

El final

"En diciembre de 1997 vuelvo al Sporting como director deportivo. A esas alturas el equipo no había ganado ningún partido y ya llevaba dos entrenadores. La afición estaba en contra de todo el mundo, todos éramos sospechosos. Llegué a sentarme en el banquillo, pero no lo pude enderezar. Venía para cuatro años y estuve cuatro meses".

"La última vez que ejercí de entrenador fue con la selección asturiana. Me hizo mucha ilusión. Fueron tres partidos muy agradables".

Otra vida

"Fui en su momento el entrenador más joven de Primera. Estuve muchas temporadas, algunas en equipos con bastante presión. Luis Aragonés, con 73 años, dijo que se quería morir en un banquillo. Pero yo no. Se sufre tanto que al llegar a una edad se necesita tranquilidad. Me había perdido muchos fines de semana con mis hijos. Ahora, con los nietos, vivo lo que no pude vivir cuando entrenaba".

"Estuve a punto de ser el seleccionador de Honduras. Llegamos a hablar de dinero y de otras cosas, pero tenía que pasarme allí seis meses y ya pesaba mucho la familia. Tampoco tenía la fuerza y la ilusión de cuando era más joven".

Golf y rivalidad

"Empecé a jugar al golf en 1993, con casi 50 años, y sigo. Me aporta bienestar, salud, tranquilidad, relaciones. Si no puedo jugar, cinco o seis días a la semana dedico las mañanas a hacer deporte, de una u otra manera. Fue mi vida y disfruto".

"Voy poco a El Molinón. Veo fútbol por televisión. Más que nada por la comodidad. Es una pena el descenso del Sporting. Me gustaría que el Sporting y el Oviedo coincidieran en Primera. Estuve a punto de entrenar al Oviedo. Hablé con Eugenio Prieto y hubiese ido encantando. Conozco gente que estuvo en los dos equipos, como Montes, Biempica o Miera. Quizás en algún momento dijera cosas que pudieran molestar a la afición del Oviedo, pero sin mala intención".

Todo por el fútbol

"El fútbol cambió mi vida y la de mi familia. Nos dio tranquilidad, bienestar y, además, me permitió conocer a mucha gente. Estoy muy agradecido. El fútbol me lo dio todo y yo se lo entregué todo al fútbol. Y al Sporting, que fue mi casa".

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