Londres,

Paula BAENA VELASCO

Los 15.000 aficionados que llenaron las gradas de la pista Central de Wimbledon, conocida como 'La Catedral' del tenis, aplaudieron y vitorearon ayer a una emocionada Garbiñe Muguruza, que consiguió algo para lo que se han necesitado 23 años: que una española ganase de nuevo el torneo. A sus 23 años, ya ha ganado Wimbledon, ayer, y Roland Garros, el año pasado.

Tras pedir "Ojo de Halcón" por una bola que parecía larga de su rival, y así lo era, Garbiñe, de 23 años, se proclamó campeona y se arrodilló en la hierba, inclinando su cabeza hasta al suelo sin podérselo creer.

Incredulidad que continúo cuando, una vez en pie, se dio el típico paseillo por la pista para saludar a los aficionados mientras se tapaba la cara con las dos manos, en un gesto que plasmaba el millón de emociones que la embargaban en ese momento.

Garbiñe se convertía, tras derrotar a la estadounidense y décima favorita Venus Williams por 7-5 y 6-0, en la primera española, desde Conchita Martínez en 1994, en obtener el título.

Apenas una hora y 17 minutos antes, ambas jugadoras saltaban a la pista. Una vez que la bola estuvo en juego, el respetuoso público británico calló para contemplar el gran espectáculo tenístico que la estadounidense y la española, ganadora de Roland Garros 2016, le tenían preparado. Un duelo de infarto, especialmente en el primer set, que se alargó hasta los 12 juegos, y en el que cada vez que alguna de las dos salvaba un punto, hacía un 'ace' o sorprendía con alguna jugada maestra, los aficionados lo celebraban. Apoyo que dio sus frutos durante el segundo set, cuando una desinflada Venus Williams no consiguió ni un juego. "Me tengo que ir a comprar un vestido, no tengo nada", bromeó al final Garbiñe de cara al baile de los campeones. "Es increíble, ahora a disfrutar", añadió. Federer y Cilic disputarán hoy la final del cuadro masculino (15.00 horas, Movistar).