Empieza una nueva temporada y la situación del fútbol en Avilés ya no es que sea mala, es que roza los límites del absurdo. El conflicto entre el dueño del club y los responsables de la empresa a la que cedió su gestión ha llegado a un punto sin retorno. Y lo peor es que, visto lo visto, cuesta ponerse de parte de cualquiera de los dos. Desde luego, imposible en el caso de José María Tejero, que ha demostrado una vez más lo que le importa el club decano del fútbol asturiano: un rábano. Como los tejemanejes de Tejero ya son de sobra conocidos, la pregunta es evidente: qué buscaba Álvaro López en el Avilés, sobre todo conociendo los antecedentes cercanos. El caso es que unos por otros y la casa, hasta arriba de porquería, sin barrer. La suerte de estos dirigentes, y la desgracia del club, es la escasa presión popular, consecuencia del prolongado desgaste de una afición que, en su momento, abarrotaba las gradas del Suárez Puerta. En ese sentido, José María Tejero lo ha hecho de cine. Se ha quedado solo.