El lunes fue jornada de balance y crujir de dientes en el atletismo español. Por primera vez en la historia de los mundiales, ni un solo podio. Un retroceso evidente, pero con matices. Más que un bajón generalizado, el "cero" fue consecuencia del mal momento de las tres o cuatro figuras que solían salvar los muebles. Sin las medallas de Ruth Beitia, Orlando Ortega y los marchadores, España se queda en cueros. Según los especialistas, el nivel atlético de un país lo marca el número de finalistas (clasificados entre los ocho primeros) más que los podios, pero por ahí tampoco llegaron buenas noticias. Si acaso, la progresión de jóvenes como Adel Mechaal (1.500), Jorge Ureña (decatlón) o Ana Peleteiro (longitud), que se mostraron competitivos en pruebas, además, de prestigio. Son los brotes verdes en un paisaje casi desértico.El Sella tiene al enemigo cerca de casa
Muy a su pesar, los organizadores del Descenso Internacional del Sella han tenido que afrontar, antes y después de la prueba, una riada de polémicas y conflictos. Algunos, como la supuesta discriminación a las mujeres, merecerían una reflexión por parte de Juan Manuel Feliz y su equipo porque hay margen de mejora. Las demás, en el caso del intento tramposo del canoísta Óscar Santos o del sabotaje en la salida de algunos de los participantes, dejan en muy mal lugar a los que más deberían de cuidar el buen nombre de un acontecimiento que proyecta la imagen de Asturias a todo el mundo. Al margen de su desprestigio personal, la maniobra de Santos ofende a su club, el Oviedo-Kayak, a sus rivales y al Descenso mismo. Y los ejecutores de la maniobra para adelantar la salida deberían de darse cuenta de las graves consecuencias que podría haber tenido en caso que hubiese sido necesario parar la prueba y volver a poner en su sitio a 860 embarcaciones. Así que ya es hora de situar al Sella por encima de egoísmos de unos y de otros, sobre todo de la gente de casa, esa que debería de ser más sellera que nadie.
