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Para empezar, un partido raro

El revés de la primera jornada debe servir para no repetir los mismos errores y sacar conclusiones para mejorar la plantilla

Para empezar, un partido raro

El proyecto Anquela arrancó con un partido extraño, raro, muy raro frente al Rayo Vallecano, un rival de los clásicos, el único descendido la temporada pasada que no logró el retorno a las primeras de cambio. Raro porque al equipo se le presumía fiabilidad defensiva y que iba a a ser difícil de batir y en el primer partido en casa de la temporada en su feudo, que la liga pasada fue su gran baza y fortín encaja tres goles. Raro también porque un equipo que presume de rocoso no debe recibir tres goles de otros tantos remates en el área pequeña. El estreno de ta temporada 2017-18 también resultó atípico porque el inicio fue prometedor, con una presión de las que enganchan a la afición pero la alegría de ir por delante duró un suspiro y el equipo de Míchel fue llevando el ritmo de juego a donde le interesaba, ayudado por errores más propios de principiantes que de jugadores experimentados como Juan Carlos, Cristian Fernández o Valentini.

El Real Oviedo en esta ocasión pagó los errores muy caros: tres llegadas de los de Vallecas, tres goles en contra. En la enumeración de sorpresas cabe incluir, no obstante, la facilidad para crear ocasiones de los azules que, además de los dos goles, disfrutaron de, al menos, otras tres llegadas claras, mucho más que las que originaron los tantos rivales. Pero es fútbol. Se acabaron las probaturas y los ensayos para una temporada con nuevos alicientes y el ascenso a Primera División como anhelo. Arranca el proyecto Anquela, un técnico que tiene en su amplio conocimiento de la categoría uno de sus avales, que no el único. Del carácter e intensidad que sea capaz de transmitir a la plantilla dependerá la imagen que el equipo ofrezca en el Carlos Tartiere y en los partidos a domicilio, la asignatura pendiente del curso pasado que resultó ser un lastre insuperable para el grupo que dirigía Fernando Hierro.

El nuevo Real Oviedo parte con un liderazgo claro y rotundo. Está en el banquillo. El entrenador jienense habla por las claras, con un estilo directo y sin rodeos muy de agradecer en los tiempos que corren y que vendrá mas que bien a la plantilla azul tras los episodios conocidos de las dos campañas precedentes. Y cuando la afición del Tartiere quiere y se identifica con un entrenador todo es posible y más sencillo, ahí esta el ejemplo de Vicente Miera.

Las salidas de jugadores con un peso específico entre bastidores no siempre bien gestionado abren un nuevo escenario. A bote pronto, el primer partido del curso ha demostrado que la plantilla necesita más delanteros. Afrontar una liga tan larga con Toché, Linares y Pucko como referentes ofensivos se antoja insuficiente si se aspira a los puestos cabeceros de la clasificación. Un partido extraño y raro, que bien se podría haber remontado si el tiro franco de Linares no se hubiera estrellado en el larguero o si el árbitro no hubiera dado marcha atrás al decretar el penalti, primer error del nuevo curso porque el empujón a Linares fue claro y el fuera de juego pitado a Toché inexistente, según las imágenes televisivas. No todo fueron sombras. La aparición de Hidi, con tres pases de gol en apenas diez minutos, resulta tan esperanzadora como la claridad goleadora de Berjón. Que no se queden ambos sólo en un buen principio. El partido también resultó muy distinto y ciertamente raro porque por primera vez desde que mi padre me llevó al Tartiere de la mano, hace ya muchos años, no pude comentar con él los detalles del encuentro y las expectativas del Real Oviedo tras un estreno liguero que seguramente hubiera zanjado con un "esto acaba de empezar, queda toda la liga para mejorar". Ahora toca sacar las primeras conclusiones y no repetir los mismos errores.

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