Una vez Óscar Freire cambió el pedal de la bici por el del embrague. El jueves vivió los prolegómenos de su segundo Rally "Princesa de Asturias". Si antes de acelerar piensa en su etapa de ciclista sólo lo sabe él. Aunque cuando se recuerda en el sillín, su sonrisa no casa con los matices de sus palabras. "Antes tenía la obligación de ganar, ahora corro para divertirme. No lo echo de menos. La bici no la he abandonado. Y dejar el ciclismo fue una decisión meditada", cuenta.

En la capitalina Estación del Norte, las vallas de seguridad forman un cauce ridículamente estrecho por el que los bólidos reptan. Sobre los límites, los incondicionales se agolpan para comprender la velocidad con ejemplos prácticos. El ambiente que se respira es irónico. Huele a gasolina y neumático pero entra puro en los pulmones.

Cuando Freire arranca, las canciones comerciales de fondo son ruido para la música que compone su tubo de escape. Alrededor, el tráfico congestiona la calle Uría. Poco a poco, esos monstruos escandalosos desembocan en la arteria por la que avanzan los intimidados turismos.

Visto que todo está correcto, el exciclista emprende el camino hacia La Manjoya. Allí hay una ciudad improvisada en los tobillos de Oviedo. Pero esa urbe provisional no tiene casas de vecinos ni avenidas. Sólo hay garajes en los que dormitan los coches de carrera. Óscar Freire lleva el mono de piloto por la cintura cuando atiende a LA NUEVA ESPAÑA en el box donde aguarda su KIA. "De esta marca, es el único que compite en España. El equipo ha empezado con este coche y esperemos que poco a poco vaya hacia delante", avanza.

Freire está en un punto curioso de su vida. Es un deportista con 15 años de curriculum, tricampeón del mundo y con la experiencia puntual que da el fracaso. Es tricampeón del mundo. Y atesora la experiencia que da el fracaso puntual. Pero la suma de esas partes da un todo distinto al esperado. Ahora, es un "novato".

"Correr rallies es empezar de nuevo. Tengo 41 años y empecé a pedalear con nueve. Entonces te subes a la bici y sacas lo que tienes dentro. Cuando eres profesional tienes que cuidarte, entrenar específicamente y soportar mucha presión. Te haces mayor". Su relato apunta a un final cerrado: pilotar es volver a la infancia. Pero no es tan sencillo. Hay dos Óscar Freire. El que era ciclista por devoción y aptitudes y el que se divierte siendo piloto de rallies.

"Es muy distinto el ambiente de este deporte y también yo soy diferente. En el sillín era protagonista. Me pagaban por ganar, no para ser segundo. Dejé el ciclismo cuando debía. Podría haber bajado mi exigencia pero no es lo que se esperaba de mí. Aquí estoy sólo porque me gusta. Soy uno más. Ni siquiera estoy entre los mejores, aunque intentemos hacerlo igual de bien que los que llegan primeros. Estoy haciendo lo que me también gustaba de pequeño".

A pesar de todo, no cambia su pasado. "Tenía cualidades para la bici y ningún soporte económico para los coches. Pero esto no deja de ser un hobby. Soy exciclista, no piloto de rallies", sentencia. La pregunta que siempre responde no tiene ningún deje de nostalgia. "Añoro momentos, pero soy realista. Lo dejé cuando debía. Sé que desde fuera puede parecer raro que sea tan tajante, pero hay que estar dentro para vivirlo. Ahora disfruto de esto, de correr por diversas zonas de España y de hacerlo en Oviedo".

Sin embargo, su concurso en el Rally "Princesa de Asturias" ha sido corto. Óscar Freire tuvo que abandonar ayer la competición. Un tramo resbaladizo provocó que su coche se saliera del trazado. Habrá que esperar para verle dar el hachazo con un volante.