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El equipo de Asturias

Sobre la rivalidad, entendida como superioridad moral, que empobrece el fútbol y la región

El equipo de Asturias

Imagínese, por un momento, que vive en un país extranjero. Un país donde a Asturias la conocen bien poco y donde ni por asomo han oído hablar de Oviedo, Gijón o Covadonga. Una vez adaptado a su nuevo ambiente y cubiertas sus necesidades básicas, llega la segunda misión más importante de todo asturiano por el mundo: poner a la tierrina en el mapa.

La mayoría de sus conocidos, a la tercera conversación, tercer café o tercera cerveza, ya habrán empezado a escuchar cosas acerca de las fantásticas playas, no menos bonitas montañas y mejor comer de Asturias. No mentimos. Puede suceder que, entre sus amigos en el extranjero, se encuentre con algún apasionado del fútbol, deporte universal. Alta es la probabilidad de que éste, inocentemente, le pregunte: "¿Cuál es el equipo de fútbol de esa Asturias de la que tanto presumes?".

Si ante la pregunta expuesta usted ha tenido la tentación de comenzar un monólogo sobre los grandes talentos que ha dado El Requexón, o la historia que motivó a uno de los hombres más ricos del mundo a hacerse con un club de fútbol en el norte de España, habrá mentido a su amigo. Si, sin embargo, ha optado por hablar sobre los internacionales criados en Mareo, o como un tipo de bigote y sonrisa levantó a un equipo para devolverlo a Primera y vencer en el Bernabéu, también ha mentido.

Asturias es tierra donde dos conjuntos, dos ciudades, izan a la par una bandera azul y amarilla. Si la rivalidad trae consigo superioridad moral frente al adversario no haremos otra cosa que empobrecer nuestro fútbol, empobrecer nuestra región. Si la rivalidad nos conduce al debate sobre quién debe engalanarse en propiedad la bandera asturiana nos haremos pequeños.

Hay quien trata de enfatizar la existencia de esa preponderancia de lo rojiblanco sobre lo azul en el tamiz astur. Seguramente, también a la inversa. Yo no cometeré el mismo error. Aunque sí deseo que, a los que equivocan la realidad, la soberbia les pase factura. Ya sea con goles murcianos o simplemente con orgullo, valor y garra. La rivalidad bien entendida consiste en observar con atención a tu contrincante, aprender de sus virtudes y evitar sus errores. También, por qué no, recordárselos de vez en cuando. Y, por supuesto, consiste en ganarle.

Tras el sorbo de café, o el siguiente trago de cerveza, respondo a la pregunta. Casi parafraseando la rueda de prensa de un jienense que no hace más que poner sentido común: "En Asturias animamos a dos equipos, unos son del Sporting y otros somos del Oviedo. Pero, como todo lo demás, el fútbol es muy bonito en el Principado".

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