Después de muchas decisiones inexplicables, oportunistas o directamente ridículas, por fin el premio "Princesa" de Asturias de los Deportes dio en el clavo con la selección de rugby de Nueva Zelanda. Porque, como aparece en las bases del galardón, cumple todas las premisas: distingue el palmarés (tres títulos mundiales, más que nadie), la excelencia (un estilo de juego reconocido como innovador) y otro tipo de valores que los All Blacks representante mejor que nadie. Y recupera ese ámbito mundial que tantos jurados habían ignorado, lo que se traduce en una inflación de reconocimientos para deportistas españoles. La subjetividad es inevitable en premios que no se limitan a los datos puros y duros, pero el "Princesa de Asturias" necesitaba un baño de realidad. Como el que le han dado Steve Tew ( un dirigente al servicio de los deportistas), Grant Fox (un campeón del mundo con la humildad de un principiante), Keven Mealamu, Israel Dagg, Jordie Barret y Conrad Smith, los representantes en activo de una selección única, que con su comportamiento ha dado la razón al acta del jurado: "Por reflejar grandes valores como la solidaridad y la deportividad". Y, por encima de todas, la humildad.