El caso de Machín y Zidane sólo es el síntoma de una dolencia que afecta a muchos de sus compañeros. Y ya no pasa sólo en España, donde la impaciencia es regla desde tiempos inmemoriales. El virus ha contagiado a los dirigentes de la Premier League, hasta hace poco un modelo de lo que significaba creer en un proyecto y en un entrenador, por encima de los resultados a corto plazo. La experiencia nos dice que raramente sirve para algo tanta prisa. De momento, en Primera División salta a la vista: el Deportivo de La Coruña, el Deportivo Alavés y Las Palmas están más o menos igual que antes del cambio. Y lo mismo podríamos decir en Segunda del Albacete, Nástic y Córdoba. Al final son los jugadores los que marcan la diferencia. Ningún ejemplo tan claro como el del Atlético de Madrid. Cuando la gente busca en Simeone las causas del bajón, probablemente debería mirar hacia una plantilla envejecida, que no se pudo renovar este verano por la sanción de la FIFA. Y, aún así, ahí sigue, dando guerra a clubes que le triplican en presupuesto. Si alguien todavía duda de Simeone que eche la vista atrás y recuerde lo que era el Atlético en 2011.