Así se termina con las dudas. A lo grande, bajando la cadera para defender, metiendo las manos para robar balones, tirando de carácter, de orgullo y de valentía. Y así tú afición, que no te niega el aplauso nunca, podrá vivir una noche maravillosa, un espectáculo que todos los asistentes guardarán en un privilegiado rincón de su memoria. Un partido de los que pide después una celebración que esté a la altura.

El Unión Financiera llegaba sumido en cierta melancolía. Los datos, las cifras, les situaban en una zona razonable de la clasificación, pero las sensaciones no terminaban de ser las mejores. Le pesaban especialmente al equipo sus tropiezos en casa, haber dejado escapar tres partidos que había tenido al alcance de la mano. La última canasta ante Prat, el naufragio durante dos cuartos ante Ourense... malos finales para un polideportivo de Pumarín poco acostumbrado a esas cosas.

Y eso que el partido ante el Melilla no comenzó bien. El primer cuarto se pareció más a los partidos anteriores que a lo que estaba por llegar. Tres buenas jugadas locales precedieron a un 0-15 (6-17 a falta de 2.50 para terminar el primer cuarto) de Melilla que hizo temer lo peor a los presentes. Sorprendió que saliera de inicio Arturo Fernández y al final solo un triple de Maynard salvó los muebles (11-24) para cerrar un primer parcial para el pesimismo.

Pero duró poco esa sensación. Bien dirigidos por Santana, con Oliver Arteaga demostrando una vez más que es un jugador colosal, y Maynard aportando en ataque y en defensa, se fueron limando las diferencias. Pero quizá la explosión definitiva llegó cuando Belemene cogió un rebote y se recorrió toda la cancha para machacar con una potencia descomunal y sacando además un tiro libre adicional. Esta acción sirvió para poner al Unión Financiera a siete (21-28), pero sobre todo para levantar a un pabellón que se frotaba los ojos ante tamaño despliegue físico.

Belemene indicó el camino, el de comenzar en defensa un trabajo que se culminaría luego en ataque. El partido se fue al descanso con un punto de ventaja (36-37) para Melilla pero con la sensación de que algo grande estaba a punto de suceder.

La salida de vestuarios lo confirmó. Melilla intentaba buscar a un Fran Guerra que, al margen de alguna acción bastante fea, poco más pudo hacer. Dani Rodríguez, un base fantástico, sí que trataba de contrarrestar el despliegue físico local y le secundaban los buenos tiradores de los que dispone Melilla. Pero el tercero fue el cuarto de Belemene, que en ese parcial anotó diez puntos y cogió tres rebotes. También de Maynard, que metía las manos por todas partes, y de Víctor Pérez, que anotó dos triples consecutivos. La locura se había desatado en Pumarín. A los jugadores solo les faltaba subirse a la grada para celebrar con los aficionados cada canasta. El desenlace del parcial dejó once arriba (64-53) a los locales para disputar los diez minutos finales.

En el último parcial hubo un momento en el que la sobreexcitación pudo pasar factura al Oviedo, con Maynard y Belemene excesivamente intensos. Pero llegó Cárdenas para, con un triple a 4.22 (73-64), poner las cosas en su sitio. El estallido de alegría final estuvo a la altura del espectáculo.