Los clubes italianos, así como la selección de ese país, han ganado muchos títulos, pero también han protagonizado sonoros fracasos. Uno de los más inolvidables en este último apartado lo sufrió el Milán que perdió la final de la Copa de Europa de 2005 a manos del Liverpool tras llegar al descanso venciendo nada menos que por 3-0.

Un asturiano fue un testigo privilegiado de una de las finales de la Copa de Europa con desenlace más sorprendente. Manuel Enrique Mejuto González fue el árbitro de un partido en el que quien apostó al final del primer tiempo por la victoria del equipo inglés se hizo de oro. No sorprendió, si se mira desde una perspectiva histórica, el ganador porque el Liverpool es uno de los grandes de la competición, pero sí que fuese capaz de remontar nada menos que tres goles, a un equipo italiano, por si fuese poco, y para colmo al Milán, todo un primera fila del fútbol europeo.

Pero aquel día fue la consagración para siempre de un futbolista con letras mayúsculas. Steven Gerrard se echó al Liverpool a la espalda, después de decirles a sus compañeros en el descanso que no había nada perdido, por increíble que les pareciese, y en un cuarto de hora prodigioso, el primero de la segunda mitad, el Milán recibió tres goles ante el asombro de sus jugadores, que no se podían creer lo que estaba pasando. Cuando se habla de remontadas y se buscan ejemplos para certificarlas, uno de ellos, y de lo más espectaculares, es este, sin ninguna duda.

Hubo más oportunidades después para marcar por parte y por parte, sobre todo por el lado italiano, y hasta en los últimos instantes de la prórroga, pero el marcador ya no se movió más y el título se jugó a los penaltis, en los que los jugadores del Liverpool tuvieron los nervios mucho más templados que los de sus rivales, en los que fallaron por ejemplo dos de sus mejores jugadores, como Pirlo y Shevchenko, como ha ocurrido en tantas y tantas ocasiones, que los de más nombre son los que la pifian en el momento decisivo. El Liverpool volvía a conquistar Europa después de un largo paréntesis. Primero, por quedarse fuera de las competiciones europeas, tras la tragedia de Heysel, en Bruselas, en los momentos previos al comienzo de la final de la Copa de Europa con el Juventus, cuando seguidores suyos fueron los principales responsables de una matanza de aficionados del conjunto turinés, lo que dio paso a una suspensión por varios años, y después porque no había forma de que recuperase el lustre que había tenido en las tres décadas anteriores.

Hasta que llegó un técnico español para poner orden en la casa de uno de los clubs más emblemáticos del fútbol. Rafa Benítez venía de triunfar en el Valencia, con el que había ganado la Liga, en 2002, por primera vez en treinta y un años, y la Copa de la UEFA, en 2004, un éxito internacional que no vivían los valencianistas desde 1980, cuando ganaron la Recopa, que disputaban los campeones de Copa.

A Benítez lo acompañó otro español, éste en el campo, de muchos quilates (también era titular Luis García, pero no tenía el mismo peso específico), como Xabi Alonso, otro jugador no sólo con fortaleza mental sino también con extraordinaria calidad táctica, ese tipo de futbolista capaz de marcar los tiempos de un partido, de comandar un ataque sostenido o un trabajo defensivo sostenido de primer orden. Aquella noche en Estambul falló todo en la primera parte, pero en la segunda funcionaron las piezas a la perfección comandadas por Alonso y especialmente por Gerrard, uno de sus futbolistas de leyenda de los que tantos ha aportado el Liverpool, encabezados por Kevin Keegan. Tampoco parece casualidad que cada uno de ellos marcase un gol.

Los ingleses tenían enfrente a un equipo de superlujo. Ahí es nada mirar a la otra mitad del campo y encontrarte con que toda una constelación de estrellas como Cafú, Maldini, Pirlo, Seedorf, Kaká, Shevchenko y Hernán Crespo juegan en el mismo equipo. No es de extrañar por tanto que el Milán partiese como favorito, avalado también por su trayectoria próxima pues había ganado el título dos años antes, eso sí, en la quizás más fea final de la competición hasta el momento, derrotando al Juventus por penaltis después de empatar a cero en los 120 minutos del tiempo reglamentado y la prórroga.

El entrenador del Milán era también de lujo, el mismo que dos años antes, Carlo Ancelotti, el centrocampista que no había adquirido tanta repercusión como el trío holandés, Van Basten, Gullit y Rijkaard, cuando el equipo lombardo, dirigido desde la banda por un maestro táctico como Arrigo Sacchi, asombró a finales de los ochenta, pero clave precisamente para que también los "tulipanes" brillasen aún más aupados por una plantilla extraordinaria.

Ancelotti, junto con Franco Baresi, era la prolongación de Sacchi en el campo, el futbolista que regulaba al equipo, el que marcaba el comienzo de la presión, el que corregía constantemente posiciones, el que distribuía juego desde el centro del campo, un fenómeno en definitiva, aunque curiosamente nunca fue capaz de imprimir esas cualidades de forma sostenida a sus equipos, que siempre dieron sensación de debilidad colectiva.

Esa falta de dureza la pagó el Milán aquel 25 de mayo de 2005 a base de bien, ante un equipo con una voluntad de hierro, con algún que otro tarugo en sus filas, pero con un orgullo en conjunto impresionante. Era la vuelta del Liverpool a lo grande a la cima de la más relevante competición europea de clubes. Los rojos consiguieron su quinto título mientras los milanistas se quedaban en seis.

Ancelotti no pudo sumar entonces su segundo título de Liga de Campeones como entrenador, los que ya tenía como jugador, pero el destino le tenía reservada una nueva oportunidad sólo dos años después y por increíble que parezca ante el mismo rival. Y en 2007 no hubo Liverpool ni Benítez que frenase a los suyos, que ganaron por 2-1. Fue un año en el que Ancelotti y el Milán hicieron triplete, pues ganaron además de la Liga de Campeones, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes. Siete años más tarde el técnico repetiría este triplete, con el Madrid. Su sucesor en el equipo blanco, Benítez, tuvo que marcharse a mitad de temporada totalmente fracasado.