El Oviedo se dio ayer un gustazo que recordará para siempre: meterse en el zurrón el primer derbi en el Carlos Tartiere tras su milagrosa resurrección. Los azules, mucho más hechos y con las ideas más claras, asestaron una esperada colleja al Sporting, al que dejaron de nuevo dubitativo y camino del diván, otra vez griposo fuera de El Molinón.

En un encuentro que fue un horno en las gradas, la descarga carbayona resultó furiosa y elevó a los cielos azules a Mossa, héroe del oviedismo por sus dos goles y protagonista indiscutible del partido. El lateral valenciano, primer fichaje que pidió Anquela cuando llegó al banquillo azul, nunca olvidará el día de ayer. Sus dos goles, el segundo por toda la escuadra cuando al personal ni siquiera le había dado tiempo al mirar el reloj tras la reanudación, hicieron doblar la rodilla a un Sporting al que no le bastaron las inyecciones el punzante Jony. Tierno en el cuerpo a cuerpo con su rival, el Sporting volvió a dar un paso atrás en este irregular camino que mantiene desde que Baraja Rebajado por las incomprensibles desconexiones de tipos como Carmona, Bergantiños o Castro, sorprendentemente titular, el Sporting nunca supo cómo contrarrestar la batalla del barro, ahí donde el Oviedo luce orgullo y se siente fenomenal.

Aunque todavía no ha acabado de amanecer la segunda vuelta y resta un imprevisible mundo para la meta, el derbi abre una brecha de ocho puntos en lo deportivo y es posible, ya se verá, que otra más contundente en lo emocional. La victoria del Oviedo le acomoda aquí y ahora en la poltrona futbolera regional y desempolva una alternancia en el poder que da vida al balompié asturiano. Quince insufribles años después, muchos a contra corriente y a la intemperie, el Oviedo observa por el retrovisor al Sporting, a quien no le queda otra ahora que unirse y levantarse cuanto antes para seguir en la carrera.

Habrá que ver cómo mastican uno y otro el duelo de ayer, el primero que toma parte en esta era de los tuits y de los memes. Mal haría el bando azul en exagerar su regocijo en la victoria. Por mucho valor simbólico que pueda tener para el oviedismo, por mucho que suene a colofón de una época, la vida sigue y el sábado toca aparcar en Cádiz. El Ramón de Carranza es un lugar propicio para que te bajen los humos. Mal haría también la bancada rojiblanca si se toma la derrota como una catástrofe y empieza a disparar de forma indiscriminada. Aunque emocionalmente pueda doler, el equipo de Baraja debe pasar página. Está todavía a tiempo de afinarse y de encajar las piezas, que las tiene y muy buenas.

La pasión en las gradas se exhibió con grandeza

En una tarde muy norteña, de cielo encapotado y marco gris, orgullo de Asturias, la tensión se cortaba en una previa muy alta de revoluciones en la capital. Aunque se hizo mucho de rogar, el derbi asturiano siempre tuvo la carne viva y las pulsaciones disparadas. Es la salsa de este juego. La pasión en las gradas, manifestada de forma ejemplarmente pacífica, se exhibió con grandeza en una jornada cívica, de poder a poder, que resultó ser una estupenda publicidad para Asturias en estos tiempos de peligrosa agitación.

No hubo cambios en las alineaciones, pero sí sorpresa. Baraja dio continuidad al once que eliminó al Nàstic, con Montoro como peaje en la carretera de Berjón y Castro haciendo bulto junto a Santos para incomodar a la poblada zaga azul. Anquela dio carrete a Linares, el único superviviente de Segunda B, y reservó a Toché, en el banco con Fabbrini.

Hubo adrenalina desde el inicio en un espectáculo cargado de dinamita. Las cartas estuvieron pronto boca arriba. El Oviedo, cómodo en el fango, planteó un partido de contacto, muy de Anquela. Repartió siempre que pudo y, a veces, hasta se excedió. El Sporting, transiciones rápidas y balones a Jony. Más que una piscina, el césped fue un resbaladizo patatal que trituró cualquier atisbo de combinación.

El Oviedo se acostó en la izquierda para lanzar sus envites. Christian remató flojo tras un córner y Mossa disparó con intención que adivinó Mariño. Eléctrico, el Sporting salía como una flecha por el lado de Jony, bien en su conexión con Santos.

Aunque el protagonismo era azul, más por inercia y empuje que por dominio, mejor abrigado en el centro del campo, las transiciones del Sporting eran enjundiosas. Una amenaza. Así, en su primera llegada clara, los visitantes hicieron bingo. Jony filtró la pelota para Santos, que remató contra Alfonso. Carmona, que rebañó el rebote, disparó al bulto. En medio de la melé, la pelota le cayó muerta a Jony, que tocó con sutileza a la red.

El gol no cambió en exceso el panorama. El Oviedo se mantuvo en pie e intimidaba con cada balón parado. Cada falta, muchas regaladas por su rival, una amenaza. El Sporting, en vez de dormir el asunto para proteger la ventaja en el descanso, se achicó, superado en el centro del campo. Tenía espacio el Oviedo por su costado izquierdo, y por ahí entró Mossa, que pululó dentro del área sin nadie que le encimara, con Bergantiños de espectador. El valenciano ajustó con la derecha a la red, imposible para Mariño.

El empate devolvía el duelo a la casilla de salida. La escena se endureció y ahí, el doble pivote azul, Rocha y Folch, tuvo más brío que el rojiblanco, Sergio y Bergantiños. Ahí una de las grandes diferencias ayer. El partido se dejó ir con un remate de Barba infructuoso y un gol anulado a Linares por acertado fuera de juego. El Sporting, no obstante, tuvo una más. En otra jugada embarullada, a Castro se le hizo de noche dentro del área cuando iba a embocar. El canterano, muy menguado, perdió una gran oportunidad ayer en el Tartiere.

Las duchas devolvieron con premio el partido. Premio para el Oviedo. Sin tiempo si quiera ni para poner el cronómetro, Mossa cogió un balón en la derecha tras una falta, desfiló en paralelo por la frontal del área y soltó un fusil que abrazó con fiereza la red.

El segundo gol del Oviedo

El Tartiere estalló de júbilo y el Sporting se quedó grogui. Ya nunca más reaccionó. Baraja deshizo entonces su propia apuesta dando entrada a Rubén por Castro. Desorientado, al Sporting le costó un rato reponerse. Durante ese tiempo, el Oviedo llegó sin hacer sangre hasta que, de pronto, se aculó. En ese pequeño rato, Santos largó un disparo que tocó en Forlín y se fue a córner como se habría podido ir hacia dentro. Y poco después Nano rondó el empate con un disparo cruzado. No hubo más balas del Sporting. El Oviedo, con Toché, llegaba sin morder. El partido se consumió con poca chicha, con el Sporting volcado sin mucha fe. El Oviedo tuvo al final el 3-1 que le hubiera metido en ascenso directo, pero Fabbrini escogió mal con la portería vacía.

Aunque lo difícil es mantenerse y la prudencia obliga, el derbi deja una lógica euforia en el bando azul. El Oviedo, diez partidos ya sin perder, firmó ayer su cuarta remontada. Ya es el equipo de la Liga que más remonta, acostumbrado como está siempre a volver. Ayer lo demostró. Ahora le toca al Sporting, que lleva cuatro meses sin ganar fuera y debe ponerse las pilas lejos de El Molinón para pegar ya el estirón. Tiempo le queda.