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Una semana de pasada

Anquela sabe lo que tiene entre manos

Juan Antonio Anquela lo tenía fácil para justificar la primera derrota del Oviedo en mucho tiempo. Una expulsión como la de Rocha podría servir para monopolizar la rueda de prensa con justificaciones arbitrales, pero el entrenador andaluz se resistió hasta la última pregunta. Prefirió poner el foco en las cosas que había hecho mal su equipo, sin disculparse con la inferioridad numérica. El victimismo es lo peor que le podría pasar a un entrenador que ha superado todas las dificultades que le ha puesto la temporada, con mucho trabajo y espíritu positivo. La prudencia de Anquela en el Carranza es una prueba más de que los entrenadores no ganan los partidos sólo dentro del campo. Fuera, por lo menos hasta ahora, el técnico ha estado impecable. Lo demostró de principio a fin en la semana del derbi. Antes, ni él ni sus jugadores pronunciaron una palabra más alta que otra, evitando que se caldease el ambiente más de la cuenta. Y su discurso en el mismo vestuario al acabar el partido, aunque supiese que había una cámara delante, también fue modélico. Mientras la euforia se disparaba por todas las esquinas de la ciudad, Anquela pedía a los suyos cabeza y humildad. Gracias a sus experiencias en los banquillos del Alcorcón y del Huesca, Anquela sabe que la Segunda División no permite el más mínimo respiro, salvo contadas excepciones. Sabe lo que tiene entre manos.

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