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Los malos hábitos llegan al baloncesto

En el baloncesto, habitualmente gestionado de manera más razonable que el fútbol, también hay ejemplos de que las prisas no son buenas. Ahí está el Barcelona, dando tumbos desde que decidió acabar con la etapa de Xavi Pascual, el entrenador que le había llevado a su última época de esplendor. Había tenido una mala temporada, pero da la impresión de que pesó más su condición de hombre de la casa, de la necesidad de ofrecer una cara nueva a la afición del Palau. Desde entonces, el Barça ha ido de mal en peor. Sus dirigentes no acertaron con Georgios Bartzokas ni con Sito Alonso, o quizá habría que decir que no pusieron a su disposición a los jugadores indicados. Hasta 27 fichajes en tres años ha hecho el Barcelona, un carrusel que hace imposible poner en marcha cualquier proyecto fiable. Pero el del Barça no es el único indicio de que el baloncesto se está contagiando de los malos hábitos futbolísticos. La anunciada huelga de los jugadores coincidiendo con la Copa del Rey puede ser un golpe muy duro para la credibilidad de los dirigentes de la patronal y de los profesionales de la canasta. Después del sinsentido de las ventanas FIBA, sólo faltaba que la intrasigencia de las dos partes dejasen a los aficionados sin la gran fiesta del año, la de la Copa.

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