Ya son tantas las hazañas de Roger Federer que la última, la de convertirse en el número uno del mundo de más edad, ni sorprende. Volver a dominar un circuito tan exigente como el del tenis, cuando cumplía 36 años y 195 días, no sólo da idea de la calidad del suizo, sino de otras virtudes cada vez más difíciles de encontrar en el deporte profesional: la cultura del esfuerzo, la ambición y la inteligencia para dosificarse y alargar una carrera estratosférica, con el mismo hambre de triunfos que el primer día. Es precisamente la enorme dimensión de Roger Federer lo que hace más grande la figura de Rafa Nadal, el único que ha sido capaz de plantarle cara, hasta el punto de que a estas alturas el mallorquín todavía aventaja al suizo en los enfrentamientos individuales. Lo mejor es que, por la edad de Nadal y por las buenas sensaciones que transmite Federer, todavía nos pueden regalar unos años espectaculares de tenis.