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El día que El Brujo vaticinó su éxito como jugador

Con 12 años, Quini envió a su tío una foto dedicada en la que firmaba como "Kinín" y decía que iba a ser internacional

La fotografía del equipo del colegio de los Salesianos antes de jugar en el Suárez Puerta de Avilés, en cuyo reverso está la dedicatoria. Quini es el tercero por la izquierda en la fila de atrás.

A Quini le llamaban El Brujo por algo. Decían sus compañeros de equipo que tenía facilidad para la adivinación, que era capaz de acertar el número de goles que iba a meter en un partido o de saber que se iban a llevar la victoria a pesar de que las cosas estuviesen viniendo mal dadas sobre el terreno de juego. El futbolista tenía un don especial y así lo dejó constar en el reverso de una fotografía dedicada que le envió a su tío José Fernández el 19 de marzo del año 1961, cuando Quini jugaba en el equipo del colegio de los Salesianos de Avilés y contaba con doce años de edad. El futbolista quiso tener un detalle especial con su tío Pepe, el hombre que le compró su primer balón de fútbol, y le mandó un emotivo manuscrito en el que vaticinaba su éxito y el de su hermano Jesús Antonio, un porterazo más conocido como Castro que también triunfó en el Sporting. "Gracias a tus balones nos hacemos pequeños jugadores, y tomándolo en serio a internacionales llegaremos. A nuestro tío Pepe con mucho cariño de tus sobrinos", recoge una dedicatoria que fue premonitoria.

En esa fotografía, a la que ha tenido acceso en exclusiva LA NUEVA ESPAÑA, El Brujo firma como "Kinín" porque así le llamaban los de casa. Su tío José Fernández la tuvo guardada como oro en paño hasta el día de su fallecimiento y ahora la conserva su hija, una de las primas que Quini tiene en Oviedo. Ella prefiere mantener el anonimato y que su nombre no salga publicado "porque la estrella es Kinín", pero la muestra orgullosa porque para su padre era un tesoro y ella adoraba a su primo. Quini siempre mantuvo una estrecha relación con todos los miembros de su familia -la mayoría de Oviedo y del Real Oviedo- pero su tío Pepe era especial. Él fue quien le compró aquel balón rojo que tanto le gustaba, "en una marroquinería que había junto al mercado del Fontán", un balón que a él le parecía "una cerecina" y que le sirvió para dar sus primeros pasos hacia la gloria. Lo que no consiguió su tío, que a lo largo de su carrera siguió al futbolista "por todos los campos del mundo", fue traerlo a jugar "a su querido Real Oviedo". Y eso que lo intentó.

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