La UEFA podría sancionar con 50.000 euros al Paris Saint-Germain por el despliegue de bengalas durante el partido de la pasada semana frente al Real Madrid. Teniendo en cuenta que los cálculos apuntan al encendido de cien artilugios pirotécnicos, cada uno le sale al jeque catarí por medio euro. Se parece a esas multas ridículas a grandes multinacionales, a las que les sale a cuenta burlar las leyes de libre competencia o el pago de impuestos porque el castigo económico es infinitamente menor que el beneficio. Lo que ocurrió en el Parque de los Príncipes no fue producto de la improvisación de un puñado ultras, sino el punto final a tres semanas de agitación atizada desde los despachos de la directiva parisina. Como no veían otra forma de remontar en el campo el 3-1 del Bernabéu, Al-Khelaifi y compañía hicieron todo lo posible para enrarecer el ambiente y preparar una encerrona. Basta recordar la "reunión" de un grupo de radicales con los capitanes del equipo en un entrenamiento. O los insultos a la llegada de la expedición blanca a París. O los petardos en la madrugada previa al partido en los alrededores del hotel. Prepararon un infierno por un precio de saldo.
