Chema González (Zaragoza, 1991) es uno de esos jugadores a los que hay que pedirles prudencia, de los que hacen que el aficionado se tape los ojos cuando lo ve tirarse a por un balón que se ha quedado en tierra de nadie. El pívot, de 2.06 de estatura, lleva tres partidos jugados desde que llegó al Unión Financiera y ya se ha convertido en un ídolo de la afición. Un jugador que aportó desde la derrota (65-61) ante el Prat, en la que sumó 6 puntos y 9 rebotes con un sólo entrenamiento, y que la pasada jornada en la victoria (72-97) ante el Cáceres ya se fue a los 16 puntos y 12 rebotes.

El zaragozano está lejos de ser un desconocido en esto del baloncesto. Llega procedente del Fuenlabrada, su club de toda la vida, en el que se hizo jugador y del que ha decidido salir para dar un nuevo impulso a su carrera. Una decisión difícil de tomar pero que considera que ha sido "acertada": "No fue fácil, pero ya estoy pensando que fue una buena decisión".

Entre los culpables de que eligiera Oviedo como destino están dos exjugadores del Unión Financiera que le merecen toda la confianza. "Tanto Ian O'Leary (jugador del Fuenlabrada) como Álvaro Muñoz (actualmente en el Manresa) me dijeron que el trato del club a los jugadores era espectacular, que te trataban como a un hijo. También me dijeron que la ciudad está muy bien y que el club funcionaba perfectamente. Los dos son amigos míos y sabía que lo que me dijeran iba a ser así".

La intensidad que este jugador le pone a los partidos viene de lejos, de cuando era un canterano y se ganó a pulso el apodo de "torete". "Sobre todo me lo decían porque embisto, me tiro al suelo, no me rindo; mis compañeros cuando subía desde la cantera me veían la intensidad que le ponía, que no paraba, y empezaron a llamarme torete", explica sobre un apodo que parece que seguirá acompañándole en Oviedo: "Aquí parece que ha gustado", reconoce.

La razón que llevó al Unión Financiera a fichar a Chema González fue la lesión de Óliver Arteaga, que estará ausente varias semanas por una fractura en un dedo. Una vez este recuperado, el cuadro ovetense tendrá una nómina de jugadores interiores que asusta. Para el zaragozano se trata de algo positivo: "Si conseguimos grandes cosas será por la unión de todos. Óliver ayudará en lo que mejor sabe hacer y yo ayudaré en lo mío. Si se juega duro y con intensidad ningún jugador puede durar más de 20 minutos en la pista, eso está más que demostrado. Al final, si te dejas la piel, el físico no te deja jugar todo el partido. Lo que hay que hacer es darlo todo cuando estés en la pista y que el que salga del banquillo salga con la misma intensidad".

Chema González ha venido a Oviedo a sumar minutos de juego y a sentirse importante en el equipo. A la afición ya se la ha ganado y ahora el sueño es devolverles el cariño con éxitos deportivos. Él sólo tiene una receta para que las cosas vayan bien: "No dar por perdido ningún balón, ir a muerte, dejarse la piel". Cosas que él suele hacer y que es consciente de que "a la afición eso le gusta". "Soy un tío caliente y agradezco el apoyo porque esa adrenalina me hace seguir adelante cuando estoy cansado".