Tenía que ser Víctor Pérez el que mostrara a todos los recién llegados lo que es la esencia de Pumarín. Al capitán le cayó el balón que inexplicablemente perdió Palencia a falta de seis segundos para concluir el choque, cuando ganaban por un punto (71-72). Víctor, negado de cara al aro durante todo el partido, cogió el balón y, empujado por una afición que contenía el aliento, buscó un lugar desde el que lanzar, encestó e hizo estallar un pabellón que rugió como en sus mejores días.

El choque fue igualado y en todo momento tuvo aroma de play-off. Un duelo, el que mide a ovetenses y palentinos, que ha ido adquiriendo tintes de rivalidad conforme han ido pasando las temporadas y los enfrentamientos se han ido repitiendo. Dos veces han eliminado los castellanos al Oviedo en las semifinales del play-off y de ascenso y siempre con partidos que han traído cola por diferentes razones. Ayer faltaba uno de los clásicos, Urko Otegui, que, lesionado, siguió el encuentro con inquietud desde el banquillo.

Golpearon primero los palentinos, con una puesta en escena acorde con el talento de su plantilla y con la racha de seis victoria con la que llegaban a Pumarín. Liderados por Jordi Grimau, y con los exjugadores del Oviedo Baloncesto Andrés Miso y Cvetinovic a un gran nivel, el Palencia se aprovechó de las dificultades en ataque por las que atraviesa el cuadro ovetense (es la primera vez en las tres últimas jornadas en la que superan los 70 puntos). Así las cosas, Palencia se fue seis arriba tras el primer parcial (14-20).

Cambiaron las cosas en el segundo cuarto. La mejora fue doble por parte de los ovetenses, que vieron con más claridad el aro rival y que lo aprovecharon para contener la anotación del Palencia. Fue el segundo un buen cuarto para Nick Novak, el base estadounidense que ha llegado para suplir la baja de Fran Cárdenas. También estuvo muy bien un Belemene que, junto a su compañero Karahodzik (los dos están cedidos por el Unicaja), fueron de los mejor del equipo ovetense en la victoria ante Palencia.

El tercer cuarto fue a tirones, con un Palencia que intentaba irse en el marcador con un juego pausado y tirando del talento de sus veteranos y un Oviedo que intentaba llevar el encuentro al terreno físico, donde son superiores a Palencia. Los locales llegaban cuatro arriba (54-50) al último parcial y ahí las cosas empezaron a torcerse. Las malas decisiones en ataque de Oviedo y la fluidez ofensiva de Palencia les dieron una ventaja de ocho puntos (62-70) a 3.35 para el final. Y ahí apareció el efecto Pumarín. Carlson y Chema redujeron distancias (65-70), un robo de Santana, canasta de Chema, una pérdida de Palencia y la locura. Y al final Víctor le enseñó a sus compañeros las puertas de la gloria.