Desde que los Madrid-Barça, o Barça-Madrid, se convirtieron en la guerra por otros medios, no extrañan episodios recurrentes como el adelantado por Zidane el sábado. Dice el francés que la decisión de no hacerle pasillo al Barcelona, en caso de que llegue como campeón al clásico del 6 de mayo en el Camp Nou, es suya. Da igual de quien sea. Porque escenas como ésta se han convertido en norma en las relaciones entre los dos entrañables enemigos. Lo que en su momento fue un gesto de caballerosidad y respeto ha degenerado en una fotografía para humillar al rival. Sobre todo en los clásicos del fútbol español, pero también en los derbis sevillanos, canarios o asturianos. Por eso, como el pasillo ha perdido su significado más puro, es mejor dejarlo aparcado por un tiempo, hasta que vuelva la cordura. Dicho esto conviene recordar que el Barcelona le hizo pasillo al Madrid campeón de la Liga 2007-08 en el Santiago Bernabéu, un 7 de mayo de 2008. Quizá tuviera algo que ver que en el banquillo del Barça se sentaba un señor llamado Frank Rijkaard, o que el brazalete de capitán lo llevaba don Carles Puyol, un gran barcelonista y, sobre todo, una persona cabal.