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La hora de la verdad para el rugby

Las sanciones a los jugadores de la selección española de rugby son normales en un deporte en el que la figura del árbitro es intocable. Incluso en el caso de Vlad Iordachescu, el rumano bajo sospecha por sus decisiones en el decisivo Bélgica-España. Estos castigos, que en algún caso llega a los diez meses sin jugar tanto en la selección como en sus clubes, no tienen nada que ver con la decisión de la Federación Internacional sobre la repetición del partido que dio, casualmente o no, la clasificación de Rumanía para el Mundial. Por mucha rabia que se acumulara entre los españoles en aquellos 80 minutos atípicos, nada justifica la escena de un árbitro acorralado y acosado, tan común en el fútbol. Ahora hay que confiar en que la minuciosa revisión del partido por unos expertos independientes también derive en una medida excepcional: la disputa del partido en condiciones de igualdad, aunque España ya no pueda contar con los jugadores sancionados.Aprender con el VAR ajeno

Mientras el rugby se juega su credibilidad con el "caso Iordachescu", el fútbol sigue con su complicada relación con las nuevas tecnologías. Lo último que nos quedaba por ver del VAR llegó de Alemania, donde el árbitro del Mainz-Friburgo suspendió el tiempo de descanso al recibir un chivatazo sobre un penalti no pitado en la última jugada del primer tiempo. Un capítulo nuevo, quizás el más rocambolesco, de las grietas del videoarbitraje, como han podido comprobar en Italia, Francia y Portugal. Son, también, pistas para los responsables del invento que se pondrá en marcha en España la próxima temporada. Al menos, para lo que no se debe hacer. Aunque la casuística es infinita, la revisión de las jugadas debería tener unas limitaciones claras para evitar ridículos como el de la Bundesliga. Mientras se afina todo esto, quizá sea mejor actuar con la prudencia de la Premier League, que ha aplazado un año más el VAR. Claro que allí tienen el "Ojo de Halcón", ese método incontestable porque no depende del criterio humano.

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