El Argentina-Perú de 1978 figura como uno de los más partidos más polémicos que jamás se haya visto en un Mundial. No hay ninguna duda de que Argentina tenía capacidad para ganar a Perú por al menos los cuatro goles que necesitaba para clasificarse para la final del Mundial de 1978 y superar de este modo a Brasil por mejor diferencia de tantos. Pero tampoco de que Perú apenas hizo nada para que el resultado fuese muy diferente del que acabó plasmado en el marcador, un escandaloso 6-0, y aunque en descargo de la selección del país andino puede contabilizarse que ya no se jugaba nada y que por tanto su motivación no era la más adecuada para intentar frenar a un enemigo para el que el partido suponía tanto, lo que explicaría su pobrísima actuación.

El caso es que aquel encuentro quedó para siempre bajo sospecha y por tanto el título ganado por el equipo anfitrión del torneo, lo que tendría lugar cuatro días más tarde ante Holanda en un choque que también tuvo sus polémicas.

La posibilidad de que el encuentro entre argentinos y peruanos hubiese sido amañado ha rondado prácticamente desde el mismo momento en que empezó el partido, aquel 21 de junio, dado que era evidente que los peruanos no estaban por la labor de oponer una seria resistencia al rival. Ni los exonera de la sospecha siquiera el balón de Muñante que con Fillol batido fue rechazado por un poste cuando el marcador aún registraba empate a cero. Incluso, en 2012, ante nuevas acusaciones, por parte de un ex político peruano, de que el choque había sido arreglado previamente se llegó a hablar de la posibilidad de que la FIFA abriese una investigación y hasta se adelantaba que el equipo albiceleste podía quedarse sin título. Pero al final, como tantas y tantas veces en casos parecidos, la posibilidad se quedó en nada, empezando porque estaba buena la dirección de la FIFA para abordar una investigación, del tipo que fuese, con unos dirigentes, según se supo públicamente poco después, que se habían hecho de oro a través de prácticas corruptas.

La FIFA, como entidad poseedora de los derechos del Mundial, ya fue la primera de aquella que aseguró, por medio de su presidente, Joao Havelange, que el torneo previsto para 1978 estaba más garantizado que nunca cuando varios países expresaron su preocupación por el golpe de Estado que se produjo en Argentina en 1976 y la inmediata represión de opositores políticos que se puso en marcha. Se llegó a hablar de boicot por parte de algunas naciones, pero al final no hubo ninguna ausencia por motivos de protesta contra el régimen, mientras los dirigentes de éste veían una oportunidad de oro para ganarse el favor del pueblo con una victoria de su selección y la consiguiente euforia que despertaría.

El Mundial de Videla

Justo esta utilización política del equipo es lo que avala también la posible compra del partido, a lo que no es ajeno el hecho de que los dos países estaban dirigidos por dictadores militares, Jorge Videla en Argentina y Francisco Bermúdez en Perú, y que aún de forma extraoficial estaba operativo el denominado plan Cóndor de colaboración entre dictaduras de países latinoamericanos para desembarazarse de adversarios políticos.

Desde luego de no haber habido aquiescencia por parte del gobierno del país andino no se entiende que el mismo Videla hubiese entrado en el vestuario del equipo peruano minutos antes del comienzo del partido para saludar a sus componentes entre el asombro generalizado. Videla estaba por cierto acompañado por Henry Kissinger, tan amante del fútbol como de los dictadores de derechas sudamericanos, según había quedado de manifiesto en su época como Secretario de Estado de Estados Unidos.

Dinero y desapariciones

Entre las recompensas de las que se ha hablado que mediaron en el posible amaño figuran desde dinero que recibieron jugadores peruanos hasta hacerse cargo de opositores al gobierno de Bermúdez para a continuación proceder a su "desaparición". Jugadores peruanos, como el portero Quiroga, que había nacido precisamente en Argentina, avalaron las sospechas al declarar que no estaba seguro de que varios de sus compañeros no estuviesen tocados, después de ver los fallos tan tontos que cometían y que los argentinos no tenían problemas para rematar solos a quemarropa, y todavía el pasado mes de octubre en un coloquio televisivo en la víspera del Argentina-Perú clasificatorio para el Mundial de este año, Velasquez abundó en esa sensación para ser inmediatamente respondido por el argentino Tarantini, otro de los protagonistas de aquel infausto partido, que no se anduvo por las ramas para explicar lo que pasó: "Perú se cagó".

La forma de disputa del torneo también favoreció la suspicacia pues a pesar de que Brasil y Argentina se jugaban un puesto en la final sus compromisos no fueron a la misma hora, de forma que los de la selección que preparaba César Luis Menotti saltaron al campo sabiendo lo que tenían que hacer, al jugar más tarde, algo parecido a lo que ocurrió cuatro años más tarde en el Mundial celebrado en España con el Alemania-Austria disputado en El Molinón, otro de los que se encuentra en lugar destacado en la lista de partidos mundialistas vergonzosos. Fue después de esto cuando se cambió la normativa para que los últimos partidos de la fase de grupos se disputasen a la misma hora.

Sólo faltó el pasillo

A los jugadores peruanos sólo les faltó prácticamente hacerse pasillo a sus rivales aquel día, mientras en la final la ayuda vino en forma de árbitro. El italiano Sergio Gonella fue de lo más parcial en el encuentro entre argentinos y holandeses, aunque la bravura de éstos todavía les permitió tener una oportunidad de oro en los últimos segundos del tiempo reglamentado para hacerse con la victoria, pero la madera rechazó el remate de Rensenbrink. Después del 1-1 en los noventa minutos Argentina marcó otros dos goles en la prórroga. Como protesta por el arbitraje de Gonella los holandeses se negaron a acudir al palco presidencial para recoger sus medallas de finalistas. Gonella nunca más volvió a pitar y no tenía edad para retirarse.

Argentina celebró a fondo el título pero es indiscutible que un país de lo más futbolero y que ya por aquel entonces había dado jugadores excepcionales, y que en 1978 estaba dirigido por Menotti y contaba con jugadores tan destacados como Kempes, Passarella, Ardiles (el de Perú fue el único partido que no jugó) Bertoni y Fillol, merecía que su primer título mundial, por el que tuvo que esperar tanto, no estuviese para nada sujeto a discusión, pero dadas las circunstancias tendrá que vivir para siempre con la mancha de la sospecha a la hora de rememorar los acontecimientos de los que pronto se cumplirán cuarenta años.