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Coto truchero Cangas de Onís, pesca sin muerte y sin peces a los que engañar

La temporada truchera arrancó el pasado domingo en las zonas salmoneras y de alta montaña

Un tramo de Sella. LNE

Buena parte de los ribereños de la cuenca del Sella llevan bastante tiempo sugiriendo retrasar el inicio de la pesca tradicional en los pequeños tramos trucheros. Esta temporada arrancó el pasado 18 de marzo, para evitar la presión de pescadores y hacerla coincidir con el periodo hábil de trucha en zonas salmoneras y de alta montaña, el cual comenzó este pasado domingo, 20 de mayo, dilatándose hasta el 15 de agosto, con alguna que otra variación en la última quincena. Aún más, desde este tercer domingo del mes de mayo igualmente se puede practicar la pesca sin muerte de truchas en las zonas catalogadas como salmoneras en aguas continentales asturianas finalizando, del mismo modo, el 15 de agosto.

Pues bien, mientras la Administración hace caso omiso a esa petición de la mayoría del colectivo de ribereños del Sella, lo que clama el cielo en estos momentos es la situación de un coto "estrella" de pesca sin muerte de truchas, denominado Cangas de Onís, en el río Güeña, desde el puente de El Cortijo hasta la confluencia con el Sella. Alrededor de un kilómetro de longitud, en plena zona urbana. Y digo, e insisto, que clama el cielo porque no se avista ni una sola trucha a lo largo de ese tramo fluvial. Nutrias, cormoranes, garzas e incluso gaviotas disfrutaron durante meses de un buen cebadero en ese acotado, antaño uno de los mejores de la cuenca.

Espero y deseo, con cambio climático o sin él, que en esta oportunidad no criminalicen a los ribereños de la ausencia de peces en el susodicho tramo truchero de pesca sin muerte. Y, por si fuera poco, aconsejo a los entendidos en la materia que se lo piensen muy mucho a la hora de pagar por un coto, aunque sea de "sin muerte", para acercarse a practicar su deporte favorito donde las truchas brillan por su ausencia. Como siempre, y en el caso que nos compete, cada cual escurrirá el bulto a su manera y no dará su brazo a torcer por pura morronería. Pero, la realidad es la que hay, guste o no. En este caso concreto no hay mejor ciego que el que no quiere ver.

Por otra parte, me congratulo del piño de salmones que salió el pasado fin de semana en la cuenca del Narcea, con independencia de lo que haya hecho cada uno de los afortunados pescadores o deportistas de aquel ala del Occidente astur.

Aquí, en las cuencas del Oriente, por el contrario, continúan saliendo a cuentagotas, tanto en el Sella como en el Cares-Deva, y eso que las aguas continentales presentan un óptimo estado para la práctica de esa ancestral actividad.

Entre tanto los entendidos achacan la anómala situación a toda una retahíla de motivos, sigo manteniéndome expectante a que alguien me explique con pelos y señales cuantas toneladas de salmones caen en las redes de las pesquerías industriales en alta mar. Digo toneladas, ya que hablar de número de ejemplares puede resultar doloroso para mentes calenturientas. ¿Es el causante del problema el pescador de caña de toda la vida?

En las últimas fechas, según iban echando a tierra algún que otro ejemplar, el dilema se centraba en sí los salmones presentaban marcas o no de redes marinas. Unos pescadores decían que sí; mientras otros se mostraban más reservados. Sea como fuere, tengan razones unos u otros, lo que en realidad me deja un tanto desconcertado es resolver el dilema de las toneladas de capturas de salmones que se dan en pesquerías industriales. ¿No hay forma de exigir responsabilidades a las autoridades comunitarias? ¿Miramos hacia otro lado en ese espinoso tema?

Me niego, en rotundo, a criminalizar a los ribereños de caña por la escasez de salmones en los ríos asturianos. Puedo decirlo más alto, pero no más claro.

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