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Exjugador del Sporting y del Oviedo

"Tenía que haberme marchado cuando salvé al Sporting del descenso"

"Sabía que no tenía el apoyo total de la directiva, pero era mi oportunidad de entrenar en Primera"

"Tenía que haberme marchado cuando salvé al Sporting del descenso"

La vida futbolística de Miguel Montes fue curiosa. Nunca pudo jugar en Primera División, pero le bastaron siete partidos como entrenador para lograr una recordada permanencia con el Sporting, en la temporada 1996-97. Más de veinte años después reconoce que debió de marcharse en ese momento, justo después de salir a hombros de El Molinón. Sabía que no tenía el respaldo de la directiva y por eso no tardó en caer, en el inicio de aquella Liga que el Sporting acabó con trece puntos. Quedó tan tocado por la experiencia que sólo se sentó en un banquillo más, el del Avilés, en la temporada 2000-01. Desde entonces sólo sigue el fútbol como espectador, sobre todo de las categorías inferiores, de la cantera, que es con lo que siempre se identificó.

Ovetense en Gijón

“Nací en Oviedo, pero a los cuatro meses mi padre encontró trabajo en una fábrica de vidrio en Gijón. Me crié en El Llano y estuve allí hasta que me casé. En aquellos años el barrio estaba plagado de prados que convertíamos en campos de fútbol”.

“Mi primer equipo fue el Atlantic de Arturo Vigón, El Presi, una persona ejemplar que sacó a muchos futbolistas. Hacía de todo. Era el presidente, el entrenador y el que limpiaba las botas. Nos trataba muy bien”.

“En casa pasamos dificultades, como casi todo el mundo en aquellos años. Fui hijo único y mis padres no podían controlarme. Me mandaron interno un año en Gijón y otro en Mieres, en un colegio desde donde veía jugar al Caudal, en el campo de Las Moreras. Nunca pasé hambre, pero tampoco sobraba nada. En El Llano la mayoría era gente modesta. No había mucho que hacer. Pasábamos el día en el colegio o en la calle jugando al balón. No tengo malos recuerdos de la infancia”.

“Aparte de jugar al fútbol era muy aficionado a dibujar. Cuando era un pequeñajo, con siete años, ya jugaba en la calle y era un diablillo. Había que driblar al contrario y a los charcos. El fútbol de hoy tiene mejor técnica y preparación, pero falta la chispa. Los guajes no tienen calle”.

“Mi padre no era aficionado al fútbol. A mi madre tuve que prohibirle que viniese a verme porque una vez le pegó un zapatazo a alguien que se cagó en la madre que me parió”.

“Yo jugaba de todo, hasta de portero. Primero en un equipo que hicimos los de la pandilla, el Siglo XX, para jugar contra otros barrios. Después, con 15 años, fiché por el Atlantic”.

“Nunca me gustó jugar de extremo porque tenía que esperar en la banda, recibir el balón, desbordar y centrar. No te dejaban ir al centro ni bajar a defender. Funcionaba bien de extremo, pero mi carácter era para estar activo”.

“Después del Atlantic me fui a estudiar al Revillagigedo y jugué un año en el equipo juvenil. Con 17 años me camuflaron la edad para jugar en Regional con el Hispania. Tuve a Isidro del Río como entrenador, que ya me fue enseñando como tenía que jugar”.

Corazón partido

“Después de año y medio en el Hispania vino a buscarme Ricardo Vázquez Prada, que estaba de entrenador en el Siero. Algo debió de hablar con el Oviedo y me llamaron para hacer una prueba. Cuando estaba a punto de firmar vino el preisdente del Sporting, Evaristo Lázaro, y un directivo, a mi casa. Me tenían controlado porque había jugado muchas veces en El Molinón, de relleno del equipo suplente”.

“Futbolísticamene tengo el corazón partido. Nací en Oviedo y tengo familia, aunque me tira más Gijón. Cuando iba a fichar por el Oviedo, algún amigo me dijo que tuviera cuidado. Pero siempre me trataron de maravilla en Oviedo y en Gijón”.

“No dudé en fichar por el Sporting porque no quería marchar de casa y el Oviedo me ponía como condición vivir allí. Después, cuando fiché en el 69, me dejaron vivir en Gijón”.

“Debuté con el Sporting frente al Condal. Me marcó Eladio, que años después, jugando yo con Las Palmas, en un córner me rompió la ceja y la mandíbula. No me puse nervioso cuando jugué por primera vez en El Molinón. Ganamos fácil y marqué un gol. Para jugar de extremo siempre hice bastantes goles. En la última jornada de esa primera temporada marqué tres goles en cinco minutos al Indauchu”.

El Bernabéu pide más

“Jugar por primera vez en el Bernabéu, en un partido de Copa, fue impresionante, aquel campo enorme lleno de gente. Aunque estábamos en Segunda, al Sporting le esperaban con ganas por la época del Matagigantes. Nos metieron ocho o nueve. Empezó a funcionar Di Stéfano, a llegar los goles, y el Bernabéu cantando todos queremos más”.

“En 1961 tuve que ir a la mili a Sidi Ifni. Evaristo Lázaro intentó ayudarme y se puso de acuerdo con Las Palmas para que pudiera jugar. Tuve mala suerte porque cambió el capitán general y dijo que todos los enchufados volvían para Sidi Ifni”.

“Fueron 18 meses. Me cortó mi progresión porque de aquella sonaba para ser internacional. Había salido una lista en “Marca” de una preselección y estaba yo. Llevaban gente joven que destacaba. La mili me cortó mucho porque estuve más de un año sin jugar”.

“Cuando volví al Sporting jugué casi todos los partidos y metí muchos goles, pero no me llegaron ofertas de Primera División. Nunca tuve representante, pero tampoco lo voy a achacar a eso. Si destacas mucho, los equipos se interesan. Tuve la fortuna de jugar partidos de Copa en grandes campos como San Mamés, el Bernabéu, el Camp Nou y el Calderón. Hoy día me duele no poder contar a los nietos que jugué en Primera. Pero sí puedo presumir de haber jugado en los dos mejores equipos de mi tierra”.

Contestatario

“En 1968 llegó Carriega y sólo jugué 16 partidos. Trajo una pila de jugadores con él y yo ya tenía 29 años. No me sorprendió que me dieran la baja, pero sí las formas. Yo no era un hombre que cayera bien a la directiva porque era contestatario. Como capitán di la cara muchas veces por mis compañeros. Por eso no me hicieron el homenaje. Pero sentí que la gente me quería”.

“Carriega no era mal entrenador, pero era muy desconfiado y envidioso. No le gustaba que destacaras”.

“Claro que me dio pena marcharme del Sporting, pero esa pena se acabó rápido al llamarme el Oviedo. No quería irme de Asturias porque ya estaba casado y teníamos hijos. Fichar por el Oviedo fue una lotería. Me recibieron con los brazos abiertos”.

“Me fichó Enrique Casas. Ese sí que sabía de fútbol. El presidente era Rubio Sañudo, que se portó muy bien. Yo no era un jugador atractivo, pero bregaba, trabajaba, no daba un balón por perdido”.

“En mi primera temporada en el Oviedo vinimos a El Molinón y nos metieron un 4-0. Fue duro, pero la gente me recibió bien”

“Me retiré con 30 años, después de salvar al Oviedo del descenso en una promoción contra el Palencia. Ganamos 1-0 en Oviedo. En el partido de vuelta empezamos ganando 0-1, con gol mío. Fue mi último partido”.

“Tuve ofertas de equipos gallegos, pero no me interesaron. Tenía en mente entrenar. Había hecho el curso regional y después fui a Madrid al nacional. Empecé en el Gijón Industrial con el carnet de Badás. Subimos a Tercera ganando en la promoción al Laredo”.

“Me llamó el Zamora, que tenía aspiraciones de subir. Como había que mover a la familia y no me apetecía mucho, les pedí una burrada. Cuando me dijeron que sí casi me caigo de la silla. Aquella temporada gané más que de jugador. Y subimos a Segunda”.

“La temporada siguiente bajamos en la última jornada y le dije a mi mujer que fuera preparando las maletas. Pero me llamaron los directivos porque querían renovarme. Me dijeron que la directiva, el equipo, la prensa y la afición estaban conmigo. No les pedí ni una peseta más, sólo fichar a unos jugadores que tenía controlados. Subimos y me marché”.

“Después de entrenar a la Cultural y al Arosa me llamó el Sporting para el filial. Tenía un equipazo, con muchos chavales que subieron al primer equipo. Quedé como director de Mareo y secretario técnico. En la temporada de Benito Floro iba a ver los partidos de los equipos con los que después jugaba el Sporting”.

Las cosas de Floro

“Con Floro me llevaba bien, pero oía los comentarios de los jugadores. Floro era un buen entrenador, pero demasiado técnico. Daba mucha importancia a determinadas cosas. Vi entrenamientos de hora y media haciendo saques de banda o córners”.

“Faltando nueve partidos me dijeron que fuera a Bilbao a ver el Athletic-Sporting. Nadie me dijo que iba a hacerme cargo del equipo, pero en el viaje de vuelta ya me lo insinuó un directivo. Al día siguiente, cuando llegué a Mareo, habían destituido a Floro”.

“En la presentación dije aquello de que estábamos descendidos y que íbamos a jugar una liguilla en la que si quedábamos campeones ascendíamos a Primera”.

“Tenía cosas a favor con esa plantilla. Aparte de los chavales de la casa se dio la circunstancia de que un yerno mío es músico, de los Virtuosos de Moscú. Los rusos del equipo se portaron genial, dieron el callo. Incluso Lediakhov, que era el mejor”.

“En el primer partido empatamos en casa frente al Extremadura. Después perdimos en el Bernabéu y expulsaron a Lediakhov. La clave fue ganar al Celta en El Molinón. A partir de ahí nos lanzamos. Empatamos en Riazor contra el Súperdepor, ganamos al Hércules y fuimos al campo del Betis en unas circunstancias muy especiales”.

“Que yo sepa, no hubo ningún acuerdo entre clubes en el partido frente al Betis. Sí pudo haber algo entre los jugadores. Y había una afición que quería que perdiese su equipo para que descendiera el Sevilla”.

“Faltaba la guinda frente al Rayo en El Molinón. Ganamos, aseguramos la permanencia y me sacaron a hombros”.

“En el último partido jugábamos con el Oviedo, que necesitaba un punto. Me escondí toda la semana. No podía decirle a mi equipo que saliese a perder. Yo creo que el secreto de ese partido fueron los rusos. Empatamos a cero y me alegré de que el Oviedo se salvase porque es el equipo de mi ciudad, de mi tierra”.

“La gente se extrañó cuando puse de portero a Juanjo. Lo conocía porque lo había tenido conmigo en el filial y estaba tan bien como Ablanedo. Era buen portero y merecía jugar”.

“Al acabar esa temporada tenía que haberme marchado, pero acepté seguir. Había salvado al equipo de mi ciudad y conocía a la mayoría de los jugadores desde chavalinos. Era la oportunidad de entrenar en Primera”.

“La situación era complicada porque yo sabía que no tenía el cien por ciento del apoyo de la directiva. No me trataron como merecía. Sí que tuve el reconocimiento de la gente. Cuando me echaron, los aficionados venían a darme ánimos”.

“No vi ningún partido más del Sporting de esa temporada. Me quedé trabajando en Mareo, pero no estaba a gusto”.

“Dos años después entrené al Avilés. No me salió bien porque fui en plan de romper moldes, los resultados no fueron bueno y acabé marchándome”.

“Desde entonces, hace ya dieciocho años, sigo el fútbol sólo como espectador. Me gusta más ir a Mareo a ver chavales que los partidos de los grandes”.

“Hubo una época en que tuve miedo de que el Sporting desapareciera. Por eso hay que agradecerle a Fernández que pusiera dinero para salvarlo. Lo digo pese a cómo se portó conmigo. No digo que se haya portado mal, pero bien tampoco”.

“El mejor momento de todo este tiempo fue el ascenso con Preciado. Había sido jugador mío en el Palencia y tenía mucha amistad con él. A Manolo le pasaba lo contrario que a Floro: era más relaciones públicas que entrenador”.

Otro fútbol

“Hoy día el fútbol ha tomado unos derroteros que no me gustan nada. Por ejemplo, el caso del Sporting. Llega un secretario técnico, Miguel Torrecilla, que trae a su entrenador, que tiene un representante que a su vez representa a jugadores. Al final, el club no ficha a nadie. Y de casa no hay ni uno. Hubo entrenadores aquí que no vieron jugar nunca al filial. ¿Cómo vas a sacar jugadores de Mareo? Echo de menos a gente de la casa”.

“El equipo que pongo como ejemplo de lo que tiene que ser el Sporting es el Eibar: gente de casa y un entrenador de casa”.

“A pesar de todo, estoy convencido de que el Sporting puede subir. Baraja me gusta. Cuando lo ficharon se lo comenté a los directivos: habéis hecho un gran fichaje si transmite los valores que tenía como jugador. En muchos momentos se ha visto un equipo en el que todo el mundo da el callo y se apoya”.

“No tengo dudas sobre el mejor futbolista que vi:_don Alfrendo di Stéfano. Cristiano Ronaldo y Messi son dos grandes jugadores, pero totalmente distintos”.

“El fútbol supuso casi todo en mi vida, pero no lo echo de menos porque sigo en contacto con antiguos compañeros y me gusta ver jugar a la gente joven”.

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