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VIC GONZÁLEZ | Lesionado medular, paralímpico de snowboard

"El que fui era muy afortunado y feliz; el que soy lo recuerda y sabe que tiene una bola extra"

"Abandoné la idea de la eutanasia tras pensar en ello cuatro días"

Vic González, junto al edificio de Calatrava en Oviedo. IRMA COLLÍN

Vic González (Oviedo, 1970) está aturdido por el regreso de los Juegos Paralímpicos, donde participó en snowboard, y los compromisos con los patrocinadores. Tiene ganas de verano y amigos. Llega andando, algo excepcional en un lesionado medular incompleto. El 22 de febrero de 2015 rompió dos vértebras del cuello en un accidente de snowboard.

-Sin la rehabilitación de 24 horas que inicié hace dos años estaría tetrapléjico. Si hubiera hecho caso al entorno médico estaría en silla de ruedas. Viví un año en dos hospitales donde coincidí con personas que estaban mejor que yo, pero tenían otra actitud y siguen en silla de ruedas.

- ¿Qué hace ahora?

-La orden deportiva es descansar, pero -por mi patología- voy dos horas al gimnasio y una al fisio cada día. La rehabilitación psicológica son 24 horas.

- Explíquela.

-Tras el accidente sigo con la misma mente y la misma alma, aunque ésta evolucionó y trascendió, pero es como si me hubieran cambiado el cuerpo. De cuello para abajo está todo alterado. Si ando rápido se ven mi descoordinación y mi falta de fuerza. Me afeito sosteniéndome un brazo con el otro.

- Si no llego a saber quién es usted, no le notaría nada.

-Es uno de mis hándicaps. Es difícil hacer creer que tengo un 75 por ciento de discapacidad.

Tiene una pensión de invalidez, una beca deportiva y mantiene su escuela de snowboard porque hizo socio a un gran amigo, que se encarga de todo. Está seis meses en Baqueira Beret (Lérida) y, como compite, dos meses más entrenando en glaciares alpinos.

- En tabla baja a 70 por hora.

-Me es más fácil deslizarme en la tabla que andar, pero si caigo no puedo levantarme. En los Paralímpicos no pude entrenar ni hacer bajadas de reconocimiento y de entrenamiento. Me centré en las tres bajadas de competición y me costaron mucho.

- ¿Cuántas horas trabaja para ser el de antes?

-Nunca tendré el funcionamiento de antes, ni parecido. Tengo tres horas de gracia al día. Me levanto muy espástico (con rigidez muscular) y mareado. A media tarde estoy bien y luego retrocedo. Eso pueden alterarlo el clima, el ambiente y los nervios.

- Clima.

-Por dentro tengo 80 años. Si no hace bueno se me mete la humedad en los huesos y no puedo flexionar las rodillas. Asturias no me sienta bien. Una gripe me tumba un mes. Si me tengo que meter en la cama, empieza la espasticidad y tengo que ponerme corrientes eléctricas.

- ¿Y los nervios?

-En el portillón de salida la tensión es contagiosa y tengo un protocolo de relajación muscular con respiraciones y abdominales para que no me dé rigidez.

Descubrió la nieve a los 4 años con sus padres -ingeniero de minas y ama de casa-, que en verano hacían trekking y en invierno subían a Pajares y viajaban al extranjero para esquiar.

-Cuando vi la primera tabla de snowboard tenía 19 años y ya hacía surf en Salinas. Vendí los esquíes: con una tabla me bastaba. Fui de la pandilla de los pioneros en Pajares. Cuando me di cuenta de que podía escalar una montaña y bajarla en snowboard descubrí que esa era mi vida.

- Entonces hacía COU. ¿Qué tal estudiaba?

-Sin problemas de notas, pero inquieto. Tuve una adolescencia con problemas de convivencia. No fui malo, pero en casa las pasaron canutas conmigo.

- ¿En qué se tradujo?

-Estudié en el Meres, el Santa María del Naranco, el Seminario, el Instituto Aramo y en Detroit (Estados Unidos).

- ¿Cuándo aceptó su familia que viviera del snowboard?

-Creo que ahora. En España, que no tiene glaciares, trabajas seis meses al año y los otros seis tienes que ser soldado de fortuna. Tener una escuela de snowboard y competir no es algo que quieran los padres para sus hijos. Estudié Marketing e Informática. En 1995 fui solo a Sierra Nevada, sin conocer a nadie, a ganarme la vida.

- ¿Cómo lo consiguió?

-Hice los cursos de monitor, trabajé en escuelas, no me gustaba la metodología, monté la mía y no me fue mal, pese a las peculiaridades del snowboard.

- ¿Que son?

-No puedes tener niños. Enseñas a adolescentes para los que 50 euros la hora es bastante dinero. Van un día y luego ya bajan solos.

- Parece muy peligroso.

-El monitor minimiza los riesgos y pasa dos horas contigo en una cuesta antes de coger el remonte. Lo peor es eso de "voy con un amigo que controla". El amigo te sube al remonte, y a bajar. Es fácil romper algún hueso.

- ¿Logró lo que quería?

-Sí, pero acabé una vida y comencé otra. El que fui quedó en una pared de nieve en un día de niebla. Lo que hice de mi rehabilitación es excepcional hoy, pero en quince años será normal. Encontré herramientas nuevas y ansío dárselas a otras personas.

- Lo mejor que tenía el de antes y lo mejor del de ahora.

-Antes era muy feliz, con suerte en la vida y sabía sobrevivir de manera muy cómoda y divertida. Lo mejor que tiene el de ahora es saber que ha tenido esa vida y le queda una bola extra.

- ¿A qué llama suerte?

-Me iba bien con las chicas y crecí y me desarrollé en un ambiente muy sano: tenía una familia normal, una buena relación con hermanos y primos y muy buenos amigos que fueron muy importantes en mi rehabilitación.

- Quiso quitarse la vida.

-Era eutanasia. Había hecho de todo y varias veces y no iba a ser traumático bajar el telón. Imaginaba que mis amigos dirían en mi funeral: "Este cabrón vivía como Dios". Pensaba en morir por no ser una carga para mi madre.

- ¿Cómo abandonó la idea?

-Cuando me di cuenta de que no podía quitarme la vida yo solo y que no podía contar con mi madre y, si lo pedía a mis amigos, se iban a sentir decepcionados de que no intentara salir adelante.

- ¿Cuánto tardó en cambiar de idea?

-Puede parecer poco tiempo, pero fueron cuatro días en los que, totalmente inmóvil, no podía ver más que el techo y el gotelé y solo pensaba en eso y sólo sentía cómo rodaban mis lágrimas, cómo se enroscaban en mi oreja y caían en la almohada. Convertí el gotelé del Vall d'Hebrón en Marte y conocía todos sus cráteres.

- ¿Siempre fue así de peleón?

-Sí, y me reí de todo. Cuando no podía moverme hacía chistes sobre mi situación y dejaba que bromearan para que nadie se sintiera incómodo y nos riéramos todos. Era así antes del accidente.

- ¿Aún tiene novia?

-No, lo tuve que dejar para centrarme en la rehabilitación. Tuve que ser egoísta para que nadie tuviera que cuidarme.

- ¿Añora una relación?

-No. Me llena lo que hago. Si me interesa la astrología, en cinco días me hago astrólogo. Siempre fui muy independiente. Cuando me interesó la escalada, compré libros, unos pies de escalada, fui solo al rocódromo y a la semana subí el Urriellu.

- ¿Qué futuro quiere?

-Envejecer físicamente de manera digna y con estilo.

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