Está muy bien que Luis Rubiales empiece a marcar diferencias como presidente de la Federación Española de Fútbol con gestos como los del suntuoso viaje a Rusia parcialmente anulado. Es cierto que la federación genera gran cantidad de recursos propios, pero lo hace gracias a la calidad de unos futbolistas cedidos por los clubes y, en todo caso, tiene que rendir cuentas al Consejo Superior de Deportes. La era Villar se acabó, entre otras cosas, por una serie de maniobras financieras de dudosa legalidad y, en cualquier caso, nada éticas. Ya que el dirigente quiere una nueva imagen para la federación, tampoco estaría de más un poco de tacto en la confección de su organigrama. Tiene todo el derecho del mundo a rodearse de personas de su confianza, pero las formas también son importantes. Sin ir más lejos, Manuel Díaz Vega puso el miércoles fin a 18 años como director del comité técnico de árbitros en el frío despacho del jefe de personal de la federación.
