El primer gol de España define a su 9. Un balón aéreo, un central corpulento (Pepe) y una oportunidad para chocar. A Diego Costa le van las escenas de acción: las explosiones, los coches derrapando y los edificios que se derrumban. Del salto con Pepe salió una víctima: el portugués. Después, le puso imaginación y talento: un par de recortes y chut abajo, imposible para el meta. En el juego coral y académico de España, Diego Costa es un verso suelto. Y una inyección de vitalidad para España. En una selección de chicos obedientes, a veces es bueno ponerse en manos del descaro del malo de la clase.