El empate dejó a Portugal desnuda, a merced de una España con viento a favor. Tanto que un minuto después rozó el segundo, tras una jugada de tiralíneas coronada por un cañonazo de Isco que se estrelló en el larguero y botó en la línea. En el 34 estuvo a punto de llegar un gol "made in Spain", tras una combinación a toda velocidad por toda la frontal del área portuguesa coronada por un centro de Jordi Alba, un intento de remate de Iniesta y un toque de tacón de Koke que se perdió por poco junto al poste.

Al borde del descanso, el 1-1 era malo para España, pero lo que ocurrió en el 43 fue todavía peor. Los centrales se tragaron otro balón largo a la frontal, que Guedes bajó al piso con toda la ventaja para entrar al área o disparar. Pero prefirió buscar a Cristiano que, sin una posición tan ventajosa como su compañero, no dudó en rematar. Era un balón fácil para De Gea, que pagó su exceso de confianza con una de esas pifias que marcan una carrera. Salvo que tus compañeros lo arreglen.

Y lo arreglaron. Al principio pareció que España no había dejado las dudas en el vestuario, pero la reconocida incapacidad de Portugal para proponer otra cosa que una defensa a ultranza facilitó la remontada. El primer paso llegó otra vez de la forma más inesperada, gracias a una vulgar falta en el centro del campo. El toque preciso de Silva, la ventaja en el salto de Busquets ante Guedes y el oportunismo de Diego Costa obraron el milagro.

Así que España entendió que era la oportunidad de dar el golpe definitivo. Y no tardó en darlo, o eso parecía en aquel minuto 57. Ese tercer gol sí que entra en el catálogo de la mejor época de La Roja. Otra vez conectaron los jugones, que ante una defensa superada por los acontecimientos aceleraron en el pico izquierdo del área. Isco no llegó para poner la puntilla, pero el balón salió liberado hacia la otra esquina, por donde apareció Nacho para dar más lustre a su gran partido con un remate con el exterior de la bota que mandó el balón teledirigido al poste derecho y, finalmente, a la red de Rui Patricio.

La reacción portuguesa, con más garra que fútbol, y el carrusel de cambios derivaron en unos minutos de confusión, hasta que Thiago aportó el desparpajo y la serenidad que ayer le faltaron a Iniesta. Costa tuvo el "hat trick" en otro centro de Jordi Alba, pero el remate desviado no pareció ningún problema ante la evidente superioridad española. Pero el partido aún tenía reservado un último guiño para Portugal. A falta de tres minutos voló otro balón desde la defensa hacia la frontal del área, donde Cristiano controló sin oposición. De espaldas a la portería consiguió lo que quería, una falta innecesaria de Piqué que lo puso ante la gran ocasión de acaparar las miradas de todo el mundo. Y lo consiguió con un lanzamiento inapelable, que De Gea solo pudo seguir con la mirada.