Oviedo, Javier CUARTAS

La economía asturiana «está en condiciones de afrontar el futuro con ciertas garantías de que, en un plazo razonable, la región pueda alcanzar los niveles de empleo, renta y bienestar de las regiones españolas más desarrolladas», asegura el profesor Joaquín Lorences, catedrático de Análisis de los Fundamentos Económicos de la Universidad de Oviedo, en su estudio «Competitividad de la economía asturiana», que acaba de ser dado a conocer a diversos agentes sociales.

Para el profesor Lorences, la tardanza en lograr ese objetivo, una vez que la economía asturiana ha sido capaz de homologarse con las más solventes del país y se ha situado como la quinta comunidad con más sectores altamente competitivos (8 de un total de 26), va a depender en buena medida, afirma, del comportamiento del resto de las ramas de actividad, sobre todo, sostiene, de algunas de las doce que se sitúan en el nivel más bajo de competitividad, entre ellas las actividades comerciales, las empresas de transporte y de comunicaciones, y la Administración pública, que incluye el aparato burocrático de la Administración central en la región, de la comunidad autónoma y de los 78 ayuntamientos. En este grupo no se incluyen educación y sanidad, que figuran entre las actividades más competitivas.

En la medida, asegura, en que esos tres ámbitos de actividad (situados hoy en el nivel D, el más deficiente, aunque en su parte alta) mejoren «significativamente», su incremento de productividad «irradiaría», por el impacto directo que esas actividades tienen en la economía regional, hacia el resto de sectores, favoreciendo su crecimiento.

El pronóstico parte de la premisa de que Asturias tiene hoy tasas de actividad, de empleo y de renta per cápita todavía inferiores a la media del país, pero que puede lograr «en un plazo razonable» los estándares de las regiones más desarrolladas en la medida en que ya ha sido capaz, tras las durísimas reconversiones de los años 80 y 90, de «homologar su economía a las más solventes del país».

Según las conclusiones del estudio, la región, tras el «intenso esfuerzo» realizado, ya ha sido capaz de situar 8 de sus 26 ramas de actividad en el nivel máximo de competitividad (bajo coste laboral por unidad de producto pese a costes laborales altos, lo que es posible merced a una elevada productividad media), lo que sitúa a Asturias como la quinta región más competitiva. Estos ocho sectores (nivel A) más otros cuatro caracterizados exclusivamente por sus bajos costes laborales unitarios (nivel B) tienen un mayor peso en la economía asturiana (suman el 66,8 por ciento del valor añadido bruto y el 52,8 por ciento del empleo) que las ramas menos desarrolladas, lo que el autor califica de hecho «realmente importante».

Los ocho ámbitos de actividad que forman lo que Lorences denomina el «núcleo competitivo de la economía regional» presentan, según este autor, una «posición muy robusta», de modo que «en condiciones normales» nada amenaza su continuidad en esos niveles de eficiencia, que «se mantendrá a medio plazo».

De aquí concluye Lorences que «la posición de la economía asturiana en el quinto puesto entre las regiones más competitivas del país está sólidamente asentada», y éste es el punto de partida a partir del cual la economía asturiana debe ser capaz de ganar tamaño, por una parte y, al tiempo, de mejorar la eficiencia de los sectores menos competitivos, y en particular de aquéllos cuya ineficiencia se transmite a los demás. Por consiguiente, sólo con mejorar la productividad de tres de ellos (los antes citados), la ganancia de eficiencia que se produciría contribuiría por sí misma a favorecer que el resto de ramos de producción mejoren y crezcan.

En el caso de los sectores situados en el segundo nivel de competitividad (el B), el autor considera que podrán ingresar en el nivel A (el más exigente) si mantienen su esfuerzo de mejora. Así, el grupo de inmobiliarias y servicios empresariales deberá continuar su actual proceso de convergencia en costes medios laborales; la hostelería ha de aumentar su productividad media laboral en un 17% aproximadamente; los intermediarios financieros deben incrementar la productividad en torno al 7% y el grupo de otros servicios y actividades sociales deben hacerlo en el 5%. A alimentación, bebidas y tabaco (único ramo en el nivel C), el estudio le atribuye una productividad más alta que la media del país aunque inferior al resto de España salvo la cornisa cantábrica, por lo que se plantea la necesidad de que mejore su productividad el 9%.